Los pobres son más generosos que los ricos en EEUU.- "La generosidad de la gente pobre no es algo tan raro, sino que se nota muy poco. En realidad, los pobres de Estados Unidos hacen más donaciones, en términos de porcentajes, que lo que donan los grupos con un nivel adquisitivo más alto, según los sondeos de opinión sobre la caridad pública. Todavía más, la generosidad de los pobres disminuye menos en tiempos difíciles que la de los ricos". Visto en
Menéame.
Noticia original.
Por estas tierras del Gran Chaco Sudamericano, se suele señalar que "el que menos tiene, es el que más da". Y es una gran verdad, cada ves que se necesita la solidaridad, los primeros en dar, y los que más dan son los más pobres. Vuelta y vuelta vemos ejemplos. Y es así porque el pobre sabe lo que es necesitar.
Tengo un anécdota, allá por fines de los '80 andaba trabajando en el interior de Santiago, medio del monte, dirían los changos. La cosa es que una vez, por uno de esos caminos llenos de
vilanes, me quedé con tres ruedas en llanta, y lejos de cualquier ruta con tránsito. Ya me hacía la idea de pasar la noche y luego tempranito salir hasta la ruta para pedir que me auxiliaran llevándome hasta la primera gomería. En eso que estaba, se me presentó un hombre muy mayor y me preguntó en que me podía ayudar, cuando le comente la situación y lo que pensaba hacer me invito a su ranchito, de una sola pieza, que estaba a unos centenares de metros monte adentro. Allí estaba su señora también de mucha edad, y me invitaron a pasar la noche allí, y una vez que amaneciera llevarme en una
zorra hasta la ruta.
Así pasé la noche en ese humilde rachito con esas maravillosas personas que me ofrecieron lo que tenían para cenar, un poco de pan casero, un guiso hecho con carne de
mulita y mate. Hasta me ofrecieron la única cama que tenían, cosa que no les acepte y dormí afuera, en mi bolsa de dormir sobre unos cueros, bajo el alero, cerca de un bracero y en compañía de los perros, que ya se había hecho amigos conmigo.
Antes del amanecer, luego de un rico mate con poleo, buscamos el burro, armamos la zorra y el Señor propuso llevarnos todas las ruedas y encarar hasta el primer pueblo, Vilelas, a unos 35 km sobre la ruta, y así fue. Nos tomó casi todo el día entre la ida y la vuelta. Al final del día, una ves armado el vehículo encaré el regreso a Santiago.
Durante los años que anduve por la trabajando por la zona, vuelta y vuelta me hacía un desvío para llegarme a verlos y tomarme un mate con poleo y agradecerles la ayuda.