Si Google sabe a dónde has ido, ¿sabe quién eres?.
Por John Herrman, publicado por The New York Times.
En agosto pasado, The Associated Press publicó una investigación sobre cómo Google administra los datos que recopila, después de un hallazgo algo curioso por parte de un investigador de posgrado de la Universidad de California en Berkeley. Durante años, la empresa ha permitido que los usuarios
controlen su “historial de ubicaciones”, en el cual se registra dónde han estado principalmente según su actividad de Google Maps. El investigador sugirió, y Associated Press
lo confirmó, que eso no funciona como lo venden. “Algunas aplicaciones de Google almacenan automáticamente su localización y la hora sin preguntar”, encontraron los reporteros. Esa revelación ya resultó en por lo menos una demanda legal y en nuevas críticas públicas.
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Foto de Jorge S. King ©Todos los derechos reservados |
Sí estamos al tanto, por lo general, de que Google guarda información de nuestros paraderos. Cuando buscamos cosas en Google, para todo tipo de temas, la empresa usa nuestra ubicación para mostrar resultados más relevantes (por ejemplo, según qué idioma hablamos). Google Maps, obviamente, nos muestra datos particulares de dónde estamos y hacia dónde vamos. Las maneras más creativas e indirectas con las cuales Google consigue nuestros datos de ubicación pueden ser útiles o, por lo menos, impresionantes a nivel técnico. (Sí, Google, adivinaste bien, ese es el restaurante al que fui, pero no quiero reseñarlo, gracias). Aunque es más frecuente que los detalles de lugares y movimientos sean procesados entre bambalinas, donde la información es guardada porque puede ser guardada, y después sean compartidos con herramientas que damos por sentadas. Esas herramientas sirven para mostrarnos qué es lo que quiere Google y qué es lo que cree que sabe. Es una manera de ver qué tiene Google de nosotros.
Hay que darle algo de crédito; la empresa desde hace mucho tiempo permite a sus usuarios ver una parte de los datos recopilados sobre ellos y de ellos. Google Takeout es una herramienta para
descargar tus datos que está disponible desde 2011 y ahora permite exportar parte del material de cincuenta servicios como Gmail, búsqueda, los chats y el servicio de pagos. El volumen abrumador de información demuestra lo profunda —e ineludible— que es la relación con la compañía. También puede ser algo transformador; ver meses de tu propio historial de búsquedas en listas es revivir una mezcla de momentos mundanos, ansiosos e, incluso, algunos que ya habías olvidado.
La descarga de datos también ofrece una utilidad básica: por ejemplo, poder descargar las imágenes que tienes en aplicaciones de Google te permite migrarlas a otro sitio. Y se agradece inmensamente que Google no mantenga secuestrados tus contactos. La empresa también deja que los usuarios revisen su historial de ubicaciones, con una interfaz muy estilo Google porque hace que una cantidad inmensa de información se sienta entendible; sin embargo, es poco estilo Google porque se siente inútil o como que no vale la pena meterse de lleno. Sin embargo, hay otra opción para descargar los datos en bruto. Eso hice y obtuve un archivo con cientos de miles de datos con el tiempo exacto (hasta en milisegundos), la latitud y longitud (con el estimado de qué tan preciso es en metros) y un supuesto de mi actividad en el momento (“EN_BICICLETA”).
Esta información, ya en una base de datos y fuera de las interfaces de Google, se siente como, en su esencia, vigilancia, aunque sigue siendo bastante incomprensible. Pero en 2014, un estudiante de bachillerato llamado Theo Patt trabajó una herramienta que se llama Location History Visualizer que pone todo el historial de ubicaciones sobre un mapa con códigos de colores, como los que se ven en institutos que estudian contagios de enfermedades. La herramienta se volvió un éxito y hubo decenas de miles de visitas al sitio de Patt.
Y es que al ver de esa manera los últimos años de tu vida —lo que registran tu computadora y tu teléfono celular, y que luego consigues con un citatorio de tu cuenta— surge un impulso forense. Ya sea que te pienses como abogado, procurador, jurado o juez, hay mucho con qué trabajar. Si aceptaste por completo compartir información con ciertos productos de Google (yo lo hice con varias aplicaciones de Google para el iPhone, incluido Google Maps), vas a ver años de tus ubicaciones en círculos brillantes, violetas, verdes, amarillos o rojos, encima de un mapa mundial. Explorar los datos es revisar, en segundos, diversos estados emocionales: sorpresa, desorientación, curiosidad, decepción.
Enfoqué mi mapa por primera vez sin agrandar ningún punto y no me pareció la gran cosa. Sobre toda la ciudad de Nueva York, donde vivo, se veía un círculo rojo inmenso; había otros círculos en sitios en los que he visitado a mi familia. Otro en Nashville, donde fui para una conferencia. Un viaje al norte de California para un reportaje. Algunas vacaciones, escalas en aeropuertos y viajes de fin de semana cerca de la ciudad. Si acaso, la información de Google parecía estarme diciendo que me vendría bien viajar más. (Según la empresa, no comparte los historiales de ubicación con anunciantes ni muestra anuncios según los lugares del historial).