Por Felicia Schwartz y Philip Shishkin para The Wall Street Journal.
WASHINGTON— En su primera reunión en el Vaticano en marzo, el presidente Barack Obama y el papa Francisco dedicaron una buena parte de la hora que pasaron juntos a hablar sobre un país a miles de kilómetros de distancia —Cuba—, algo que recién fue revelado el miércoles.
Posteriormente, el Papa escribió cartas para Obama y el presidente cubano Raúl Castro, instándolos a zanjar temas pendientes relacionados a prisioneros en ambos países y a buscar relaciones más cercanas.
La diplomacia papal fue una clave del impulso del gobierno de Obama durante los últimos 18 meses para dejar atrás medio siglo de políticas estadounidenses que buscaban aislar a Cuba.
El aliento del papa Francisco ayudó a impulsar lo que para ese momento era casi un año de conversaciones privadas.
Obama imaginó un nuevo enfoque para las relaciones con Cuba ya en su primera campaña presidencial en 2008. Pero el esfuerzo enfrentó retrasos —incluida la encarcelación del contratista estadounidense Alan Gross en 2009— y no tomó ritmo hasta el segundo mandato de Obama.
La relación entre Estados Unidos y Cuba durante los últimos 50 años osciló entre la precaución y las disputas. A continuación, una mirada a momentos decisivos entre los dos países, y cómo alteraron el curso de la historia.
En 2013, Obama autorizó conversaciones de alto nivel entre EE.UU. y Cuba para explorar lazos más cercanos. Ben Rhodes, un subasesor nacional de seguridad nacional, y Ricardo Zuniga, director senior de Asuntos del Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad, participaron en las reuniones de alto nivel, indicaron altos funcionarios del gobierno. El papa Francisco y Canadá llegaron a adoptar roles clave en las negociaciones.
Las primeras conversaciones cara a cara entre EE.UU. y Cuba se desarrollaron en junio de 2013 en Canadá, según un alto funcionario gubernamental. Canadá fue la sede principal durante los 18 meses de conversaciones.
El presidente Obama, la asesora de Seguridad Nacional Susan Rice y el secretario de Estado John Kerry no estuvieron involucrados directamente en las negociaciones, afirmó un alto funcionario. Kerry, Obama y Rice estuvieron involucrados regularmente en conversaciones relacionadas con las negociaciones.
A mediados de año Kerry habló cuatro veces por teléfono con el canciller cubano sobre la situación de Gross. Kerry le dijo a su colega cubano, Bruno Rodríguez, que si le pasaba algo a Gross mientras estaba en prisión, “nunca, nunca” habría “una mejor relación con EE.UU.”, sostuvo un alto funcionario de la administración estadounidense.
El plan de realizar un importante cambio de política e intercambiar prisioneros comenzó a tomar su forma final durante una reunión en noviembre en el Vaticano. Funcionarios de EE.UU. y Cuba se sumaron a altos funcionarios del Vaticano para conversar sobre el tema. Tanto EE.UU. como Cuba presentaron pasos finalizados sobre las transferencias y analizaron otros pasos para normalizar las relaciones y establecer lazos diplomáticos formales, según funcionarios.
El martes por la noche, una llamada telefónica de 45 minutos entre Obama y Castro ultimó los planes para la liberación de Gross y el intercambio de tres prisioneros cubanos por un agente de inteligencia de EE.UU. Obama y Castro habían hablado brevemente una vez anterior, en el funeral de Nelson Mandela en diciembre de 2013. Pero la llamada del martes marcó la primera conversación de peso entre EE.UU. y Cuba desde la revolución cubana.
Posteriormente, el gobierno estadounidense comenzó a notificarle a los legisladores que iban a ir a recibir a Gross a la Base Aérea Andrews el martes por la noche ante su inminente liberación. Rice se comunicó entre otros con el senador demócrata Richard Durbin, que había estado involucrado durante años y ya había viajado a Cuba a ver a Gross.
El senador republicano Marco Rubio dijo que se enteró de la liberación de Gross el martes por la noche, pero no a través del gobierno de Obama. Afirmó que no habló del tema públicamente para no poner en peligro el intento de conseguir el regreso del contratista.
Gross recibió el primer indicio de su inminente libertad el martes por la mañana cuando su abogado Scott Gilbert lo llamó en persona. Las noticias dejaron mudo a Gross, quien luego de una larga pausa dijo: “Lo creeré cuando lo vea”, según una vocera de la familia. El miércoles, por la mañana, Gross subió a un avión del gobierno de EE.UU. que había volado hasta allí a buscarlo. Allí también estaban su esposa y tres miembros del Congreso de EE.UU. En el avión lo esperaba una taza con palomitas de maíz, algo que deseaba comer en prisión, así como otros típicos platos de su tierra natal: un sandwich de carne vacuna, y papas fritas con queso crema.
A las 8.45 de la mañana, el piloto anunció que el avión había dejado atrás el espacio aéreo cubano y que estaba ingresando al espacio aéreo de EE.UU. Gross se paró y respiró profundo. Luego llamó a sus hijas y dijo: “Soy libre”. / Por Felicia Schwartz y Philip Shishkin para The Wall Street Journal. Michael Crittenden contribuyó a este artículo.--
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