Hace un rato estaba leyendo la nota sobre el caos por las lluvias en Buenos Aires, que publica La Nación, y viendo las fotografías recordaba que cuando vivía allí, allá por los primeros años de la década del 80', siempre para fines de Febrero o principios de Marzo, pasaba lo mismo, se venía una tormenta como esta.
El "laburo oficial" está próximo a la esquina de San Martín y Paraguay, detrás de Harrods, la gran tienda que ocupaba casi una manzana, y que en ese tiempo aún funcionaba. Recuerdo que en más de una oportunidad, cuando se venían estas tormentas, salía de la oficina y tuve que caminar hasta Palermo Viejo, donde vivía en aquel entonces, cerca de la esquina de Araos y Gascón (unas ocho cuadras de Santa Fe y Scalabrini Ortiz), porque era imposible conseguir ningún medio de transporte.
La primera ves no estaba para nada preparado, no tenía ni siquiera un paraguas. A la hora de salida la guardia del edificio del laburo me dió un par de bolsas de residuos grandes, de esas que llaman tipo consorcio, con las que me armé un poncho y una capucha, gauchada que nunca me olvido. Me largué a buscar un taxi o un ómnibus pero nada. Tuve que caminar en medio del agua las cerca de 50 o más cuadras.
La pasaba mal. Me imagino lo que pasan hoy toda esa gente que se tiene que ir a barrios más lejanos o al conurbano bonaerense.
Cuando llegué a la casa, tiritaba de frío. Los pantalones, las medias y el calzado se arruinaron. Me prepararon una gran taza de chocolate bien caliente. Me dí un baño con agua como para pelar chancho y me metí en la cama. A la noche, tipo cena, me dieron la sopa levanta muertos que preparaba mi abuela, una taza bien caliente de leche con miel, un par de aspirinas por las dudas y unos mimos de esos que te quedan en el alma, creo yo que para siempre. Excelente receta, al otro día gracias a Tata Dios y a mi gente, salía como nuevo rumbo al "laburo oficial".
Los siguientes años, el tema este me agarraba ya preparado, resulta que había un muy buen compañero, de apellido Arroyo, un gran señor, el hombre sabía mucho de meteorología y me ponía de sobre aviso cuando algo podría estar por pasar con el tiempo. En cuanto daba la voz de alerta, yo ya tenía mi equipo para el agua y el frío. Que recuerdos.
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Cuando llegué a la casa, tiritaba de frío. Los pantalones, las medias y el calzado se arruinaron. Me prepararon una gran taza de chocolate bien caliente. Me dí un baño con agua como para pelar chancho y me metí en la cama. A la noche, tipo cena, me dieron la sopa levanta muertos que preparaba mi abuela, una taza bien caliente de leche con miel, un par de aspirinas por las dudas y unos mimos de esos que te quedan en el alma, creo yo que para siempre. Excelente receta, al otro día gracias a Tata Dios y a mi gente, salía como nuevo rumbo al "laburo oficial".
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