El tiroteo en Roseburg es el más reciente de una serie de hechos violentos con abuso de armas y muertes en centros educativos, salas de cine, bases militares e iglesias de Estados Unidos en los últimos años. Aunque hasta el presidente Barack Obama, indicó que los asesinatos masivos deberían motivar a los estadounidenses para que exijan a los funcionarios electos un mayor control de las armas, parece que la sociedad estadounidense no reacciona en esa línea.
Lo que empezó como varios hechos aislados ahora se vuelve patrón.
Por Silvia Pisani, publicado en La Nación.
WASHINGTON.- La sociedad norteamericana los sigue percibiendo como "hechos aislados". Un tipo de incidente que, lejos de ser crónico y recurrente, ocurre cada tanto.
Así lo demuestra la última consulta al respecto que hizo la reconocida consultora Pew, y es probable que a esa impresión colectiva se deba la inexistencia de un contundente reclamo social que fuerce al poder político a tomar cartas en el asunto.
Porque, lejos de esa interpretación colectiva, lo cierto es que la matanza que ayer se repitió en Oregon se encuadra en un patrón que no sólo se está repitiendo cada vez con más frecuencia, sino que también, en la medida en que se perfeccionan las armas de fuego en manos de civiles, es crecientemente mortífero.
Según estadísticas de las fuerzas de seguridad, los episodios de tiradores solitarios que ingresan en un recinto y descargan sus armas de fuego contra ciudadanos indefensos se multiplicaron en los últimos años en niveles llamativos.
Si entre 2000 y 2007 se registró un promedio de 6,4 casos por año, en el pasado reciente esa media se multiplicó casi por tres, para situarse en los 16,4 casos anuales.
Según conjeturas coincidentes, la multiplicación se explica no sólo por un fenómeno de imitación, sino también -más inquietante aún- de impacto y de posible exposición en las redes sociales, con el minuto de fama que eso otorga a un matador que los perfiles policiales encuadran como "narcisista".
"El impacto en las redes sociales es uno de los factores que inciden cada vez más en este tipo de incidentes", coincidían ayer analistas locales.
En respaldo de la idea corrió también la versión según la cual horas antes de cometer la matanza el asesino hizo públicas sus supuestas intenciones a través de Internet, y que incluso interactuó con otros usuarios que le decían que dejara de decir "tonterías".
No se trata sólo de que los episodios de sorpresivos tiroteos contra decenas de víctimas son cada vez más frecuentes. También resultan crecientemente letales, de acuerdo con una estadística privada de la que se hizo eco el influyente The Washington Post.
De acuerdo con ese diario, las matanzas de este tipo con mayor número de víctimas fatales ocurrieron en el período que corre de 2007 a nuestros días.
Entre ellas se encuentra la matanza en una escuela primaria de la localidad de Sandy Hook, en el estado de Connecticut, en 2012, donde 26 personas resultaron muertas en cuestión de minutos. De ellas, 20 eran alumnos de jardín de infantes.
Tan traumatizante fue ese episodio -ocurrido, al igual que el de ayer, en una pequeña comunidad- que la escuela donde sucedió fue cerrada y muchas de las familias afectadas por una pérdida optaron por dejar el lugar.
Son conocidos ya los ritos de dolor y de luto y el clamor de indignación que suele seguir a cada uno de estos incidentes. Es sobre esa curva de turbación colectiva que suele hacerse el pedido recurrente y, hasta ahora, nunca escuchado.
Esto es, que se limite al extremo la tenencia de armas en manos de civiles. Un derecho, el de la tenencia de armas, respaldado por la Constitución y que es celosamente resguardado por uno de los grupos de lobby más poderosos de este país: el que responde al de los cultores del rifle y a quienes participan de su fabricación y comercio.
La poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés) es uno de los grupos de presión más activos en la materia y de los que mejor se han movido para impedir cualquier cambio en la legislación que ampara a quienes quieran comprar armas.
Contra ella abogan, sin éxito, entidades civiles que impulsan un mayor control de la identidad y de los requisitos exigibles a quienes pretendan comprar armas, algo que hasta ahora se hace con mucha facilidad. Incluso por Internet.
El presidente Barack Obama tropezó ruidosamente en su tibio esfuerzo por corregir ese estado de cosas. La oposición republicana nunca prestó atención a su prédica en la materia.
"Tenemos que entender que, en proporción, es más la gente que en nuestro país muere por mal uso de armas de fuego que por atentados terroristas", dijo tras uno de los recurrentes episodios de violencia que sacudieron al país en los últimos años.
Ayer volvió a usar la idea. Al mismo tiempo, en Oregon, una nueva comunidad se despertaba al horror y lloraba a sus víctimas. / Por Silvia Pisani, publicado en La Nación.--
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