domingo, 3 de noviembre de 2013

Sobre los molestos correos no solicitados

Cuando el correo electrónico no es spam, pero tampoco es deseado
Por Abby Ellin | The New York Times, visto en La Nación.

Los mensajes no solicitados de particulares y profesionales, entre otros, generan un nuevo desafío a las reglas de cortesía y de uso del correo electrónico, en donde no basta sólo con bloquear o eliminar la correspondencia digital del remitente.

Me estoy dando de baja. No de un servicio, sino de los boletines a los que no me suscribí, los consejos sobre negocios que nunca pedí, los blogs que nunca voy a leer, los eventos a los que no puedo asistir, las actualizaciones relacionadas con las mascotas, las recetas del mousse de chocolate vegano orgánico que nunca haré y los chistes que han estado circulando en la web desde 2004 (pero gracias, mamá).

Está claro que no soy el único misántropo digital por ahí: Gmail ahora divide los e-mails en primarios, sociales y promocionales, con el pretexto de ayudar a clasificar el flujo de mensajes que recibimos. Y el 9 de octubre, Unroll.me , una empresa de gestión de bandejas de entrada, introdujo una característica que permite a los usuarios bloquear a los mensajes de remitentes molestos (en secreto).

Esto hace feliz a Dawn Barber, una de las fundadoras del emprendimiento neoyorkino Meet-up. "Todo el mundo quiere hacer click en 'me gusta' . Yo quiero un botón para ignorar ", dijo. "Si yo quiero escuchar tus ideas, puedo encontrarte en Twitter o pasar por tu sitio web. No necesito un rebote adicional en mi buzón".

Tal vez la intrusión sea más agradable que el tintineo inoportuno de un inoportuno (y cada vez más anticuado) vendedor telefónico. Pero, a diferencia de Facebook o Twitter, la bandeja de entrada se siente como si fuera un terreno sagrado. ¿Cuándo se tornó aceptable que nuestros amigos, familiares, conocidos y cuasi-conocidos nos inunden con un aluvión de correos electrónicos ?

A menudo solicito ser eliminada de las listas de suscripción. Por desgracia, no siempre es tan sencillo, sobre todo cuando el remitente es alguien que conoces, o vagamente conoces, quien podría ofenderse terriblemente ante tu retirada.

Esto lo descubrí cuando recibí un correo electrónico de un hombre a cuya esposa, que se dedicaba a la música, había visto en varias ocasiones. No éramos amigos, no éramos colegas, pero de alguna manera esta persona con la que hablé durante 30 segundos decidió que la única cosa que faltaba en mi vida era una actualización periódica de los clientes que él manejaba, entre ellos su esposa. No importa que nunca le haya dado mi dirección de correo electrónico; de vez en cuando, un comercial electrónico irrumpía en mi bandeja de entrada.

Así que le envié un correo electrónico con un "Por favor, solicito que me elimines de la lista" en el asunto, sin saber que era él, y no un buen hombre en Mountain View, California, que supervisaba las solicitudes.

Unas horas más tarde, me enteré de lo contrario. "Veo que has cancelando tu suscripción", me respondió. "Pensé que te interesaba saber sobre las próximas actuaciones de mi esposa".

Yo entiendo por qué la gente se molesta cuando sus comunicados son rechazados. Las misivas en línea, después de todo, llegan a ser una extensión de la propia identidad: me auto-promuevo, luego existo.

¿Quién quiere pensar que sus informes caninos son irrelevantes, demasiado frecuentes o (Dios no lo quiera) francamente soporíferos?

Bajo la Ley de Control de Pornografía y Marketing No Solicitados (CAN-SPAM, por su acrónimo en inglés) del año 2003, se exige en Estados Unidos a las empresas facilitar la posibilidad de darse de baja del correo electrónico comercial. Además, se les exige eliminar de manera permanente la dirección de correo electrónico dentro de los 10 días hábiles.

Sin embargo, las reglas son más borrosas cuando el remitente es, por ejemplo, una nueva diseñadora de moda que promociona su nueva línea de ropa, o un rockero indie que busca apoyo en Kickstarter, ninguno de los cuales tiene la obligación de proporcionar una estrategia de salida digital.

Para quienes necesitan la auto-promoción, es tentador tomarse la libertad ocasional. Randy Kaplan, un músico de 40 y tantos años en Los Ángeles, suele enviar un boletín a sus 2000 seguidores a través de Constant Contact, que permite a los destinatarios darse de baja si así lo desean. Pero confesó que una vez tomó 300 direcciones de una campaña de promoción previa y envió un correo electrónico masivo sobre un nuevo trabajo. "Yo les dije que era una comunicación de una sola vez y pedí disculpas por la intromisión", dijo. "Hay que encontrar el equilibrio entre la promoción de uno mismo y el respeto a la intimidad de las personas".

Cynthia Price, directora de desarrollo de asociados de Emma, un proveedor de servicios de marketing a través del correo electrónico, en Nashville, Tennessee, que creó el feliz servicio True Remove, dijo que consideraría a un músico, escritor o director de cine como una pequeña empresa porque "utilizan el e-mail para crear conciencia en cierto nivel".

Pero la Comisión Federal de Comercio (FTC, por su sigla en idioma inglés), que es la entidad responsable de hacer cumplir la ley CAN-SPAM, es un poco menos definitiva respecto de la definición de "comercial". (A diferencia de la lista federal de No Llamar, no hay ninguna base de datos para No Enviar; a la comisión le preocupó que quienes envían spam (spammers) podrían aferrarse a ella para hacer lo que mejor saben hacer, enviar spam, o correo basura.)

"La FTC no da opiniones sobre casos hipotéticos. Evaluamos cada situación caso por caso", dijo Colleen Robbins, quien es la directora de iniciativas de amenazas online allí. Sin embargo, agregó, "la ley CAN-SPAM no está destinada a llegar a los mensajes de correo electrónico enviados por individuos aislados".

Hasta ahora, no conozco a nadie que haya presentado una demanda contra un amigo o conocido por no proporcionar una estrategia de salida digital. Tampoco ha habido audiencias en el Congreso estadounidense sobre el tema. Si los destinatarios desean darse de baja, tienen que enfrentarse al delincuente directamente.

Esto puede ser difícil, ya que no todo el mundo se siente cómodo con el choque frontal. En lugar de arriesgarse a ofender a alguien, mi amigo David, quien llama a estos e-mails no deseados "Spam compasivos", simplemente hace clic en eliminar. "¿Para qué herir los sentimientos cuando se puede simplemente borrar?", dijo. (Él es una buena persona.)

Emily Nuzback, por otra parte, tiene a expertos en tecnología en su oficina que borran los mensajes no deseados, como los anuncios quincenales sobre encuentros de speed dating (citas rápidas) que recibe de un buen amigo. "Podría haberlos eliminado, pero fui perezosa", dijo Nuzback, de 31 años, quien trabaja en la industria textil en Manhattan. "Así que hablé con mi equipo de TI y les dije: 'Esto es spam' y dejé que ellos lidiaran con eso".

Simms Jenkins, el jefe ejecutivo de BrightWave Marketing, una agencia de marketing digital en Atlanta, y autor de "The New In-box" (La nueva bandeja de entrada), un libro sobre el e-mail, aborda el problema de inmediato. "Mi regla es, por lo general, que si yo no te conozco muy bien, no tengo ninguna razón para pedir educadamente ser retirado de la lista", dijo. "Cuando empiezas a inundar a la gente en tu lista si no expresaron interés, vas por un camino de cierta desesperación".

Sin embargo, a veces hay que hacerle un favor a los demás. Hace unos seis años, una abogada encantadora que vive en mi edificio me pidió mi dirección de correo electrónico. Se la entregué, pensando que quería invitarme a una velada con los vecinos. No fue así. En cambio, recibí notas regulares sobre sus futuras apariciones en televisión. El primer año fueron interesantes; para 2011, ya eran agobiantes. Como no había manera de darse de baja, decidí ser valiente y pedirle directamente ser retirada de la lista. Para no ofenderla, sin embargo, le dije que estaba cambiando mi dirección de correo electrónico. Con lo cual ella me pidió la nueva.

Yo no quería ser grosera, podría ser incómodo si nos encontráramos en el ascensor. Al final, decidí crear una cuenta especial, un hogar para los e-mails rebeldes.

A veces es mejor dejar las cosas como están. Eso sí, no me envíes e-mails sobre eso. / Por Abby Ellin | The New York Times, visto en La Nación.

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