Estoy viendo las noticias de los disturbios que han ocasionado los familiares de las víctimas del incendio, en el 2004, de un supermercado de la capital de Paraguay que reaccionaron con furia ante la decisión de un tribunal, que según ellos "favoreció" a los acusados por la tragedia.
"El tribunal declaró a los dos dueños del supermercado y a uno de los guardias responsables del delito de "homicidio culposo", que se castiga con una condena de hasta cinco años de cárcel".
"La fiscalía pedía una condena por "homicidio doloso"", que se sanciona con la máxima pena de 25 años de cárcel que establece la legislación paraguaya".
"La presidenta del tribunal votó por la condena de "homicidio doloso", pero los otros dos jueces fallaron por "homicidio culposo"". (publicado por BBC Mundo).
Este tema del incendio, ocurrido en Asunción en agosto de 2004 y que dejó unos 390 muertos y más de 500 heridos. Es uno de los peores recuerdos que tengo. Para esas fechas mis padres estaban de visita en la casa de uno de mis hermanos, que vive allá.
Fue un domingo, yo estaba durmiendo una siesta de aquellas. Sonó el teléfono y cuando atendí, un amigo me pregunta si estaba enterado del incendio. Yo pensé que el suceso era aquí en Santiago, y le respondí que recién me despertaba.
El chango daba vueltas y me decía que la cosa era en Asunción, etc. etc., yo me puse nervioso, recuerdo que en un momento me dice "lo están informando en la tele". Bueno yo prendí la tele y lo primero que vi fue una enorme cantidad de cuerpos calcinados que eran alineados por los bomberos y rescatistas. Luego el cartel Ycua Bolaños.
Que momento. Me quedé duro. De golpe me pasaron las imágenes de mis viejos, mis sobrinos, mi hermano y mi cuñada por mi mente.
Me quede ahí parado, espantado. Colgué sin despedirme, lo llamé a otro hermano, que vive aquí en Santiago, el teléfono daba ocupado. Después me enteré que él estaba en la misma que yo en el mismo momento. Empecé a marcar los teléfonos, trataba de llamar alternativamente al teléfono y al móvil de mi hermano en Asunción. Permanentemente sin servicio, las líneas estaban saturadas.
Así unas tres horas, bombardeado por las imágenes de la caja boba, hasta que me atendió mi mamá que no dijo "hola", dijo "estamos bien". "Gracias Dios estamos bien".
Ellos no estaban en el lugar del incendio. Nuestra desesperación era que hay una instalación similar con el mismo nombre, cerca de la casa de mi hermano, al cual visitábamos, por su restauran.