Entre mis gustos está no endulzar con azúcar, siempre lo hago con esa especial miel del monte santiagueño. Foto: "Miel de monte" ©Todos los derechos reservados. |
Publicado por Super Campo / Perfil.
El país se consolida como segundo exportador y tercer productor planetario. El rol de los consorcios.
Con más de 60.000 toneladas al año, la Argentina es el segundo país exportador de miel del mundo. En los últimos dos años, por la comercialización internacional apícola ingresaron al país divisas por más de u$s450 millones.
La Argentina se destaca en el exterior tanto por la calidad de su producción como por sus volúmenes. Es el tercer mayor productor mundial: representa el 75% de la miel que se elabora en Latinoamérica y un 10% del total planetario, que alcanza las 1,4 millones de toneladas.
Este mercado de proporciones considerables mantuvo, en nuestro país, uno de los niveles de concentración comercial más altos de todas las cadenas de valor. Sólo seis empresas acaparan el 85% de las exportaciones de miel desde Argentina.
La atomización de los productores apícolas –en su gran mayoría, de pequeña escala- en distintas regiones del territorio nacional y su escasa capacidad económica los han dejado históricamente en condiciones desfavorables a la hora de negociar con acopiadores y exportadores los precios recibidos por su producción.
Desde la Secretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, área que conduce Carla Campos Bilbao, se impulsó la creación de consorcios de exportación para cooperativas de pequeños apicultores, como el medio para romper con esa cadena económica fuertemente concentrada.
La meta es fácilmente identificable: que, a través de esta mecánica, los productores logren exportar sin intermediarios y que la renta de este gran negocio que significa la apicultura deje de permanecer en manos de unos pocos.
“El trabajo realizado desde la Secretaría de Desarrollo Rural y Agricultura Familiar se ha abocado a reconocer a los productores como protagonistas y promover la organización de los mismos en la figura de consorcios, para iniciar el camino de ingreso al mercado internacional desde condiciones mas ventajosas”, indicó Campos Bilbao.
Hasta el 2010, solamente un grupo reducido de pequeños apicultores había logrado exportar, a través del “Consorcio del Fin del Mundo”, liderado por la Cooperativa Cosar de la provincia de Santa Fe.
A partir de la política desarrollada por la cartera agropecuaria nacional, a cargo del ministro Carlos Casamiquela, en conjunto con la Fundación ICBC (ex Standard Bank) y la Fundación Exportar, se logró multiplicar el acceso de los apicultores familiares a instancias de comercio exterior.
Hoy existen nueve consorcios conformados y operativos: tres en la provincia de Buenos Aires, dos en Entre Ríos, uno en Santa Fe, uno en Chaco, uno en Corrientes y otro en la región de Cuyo. Están integrados por 104 cooperativas y organizaciones de productores que agrupan a más de 2.100 pequeños apicultores y alcanzan las 400.000 colmenas.
Logros y proyección
El “Consorcio del Fin del Mundo” es el más consolidado por su trayectoria. Tiene un promedio de exportaciones de 300 toneladas de miel anuales, cuyos destinos principales son Japón y los Estados Unidos.
Con el apoyo del Estado Nacional, también consiguieron realizar sus primeras experiencias exportadoras el consorcio de la provincia de Corrientes, con 40 toneladas a Francia; y el de Entre Ríos –a través de la Cooperativa Villa Elisa-, con 180 toneladas a Marruecos y 100 a Colombia.
“La experiencia es positiva. Lleva su tiempo cambiar a los productores los criterios de comercialización. Ellos estaban acostumbrados a que llegue el acopiador y negociar individualmente los precios”, remarcó Daniel Codutti, coordinador de los consorcios de Chaco y Corrientes, quien aclaró, no obstante, que “la organización va avanzando y este es el camino para una mejor rentabilidad”.
Si bien no todos los consorcios han concretado exportaciones al momento, el trabajo conjunto con el Estado y las organizaciones ha sido de utilidad para consolidar el mercado local, aumentar la producción y generar las condiciones para lograr las primeras exportaciones en la próxima temporada.
Gonzalo Gutiérrez, responsable del consorcio de Cuyo (agrupa a cooperativas de San Juan, Mendoza, La Rioja y Catamarca) explicó que “se logró una importante difusión del consumo, el desarrollo de un programa apícola regional y financiamiento para la compra de insumos y asistencia sanitaria”.
El productor comentó que desde el consorcio se llevó a cabo una misión comercial a Colombia con buenos réditos, pero “al momento de concretar la exportación no estaba stockeada la miel”. En ese sentido, enfatizó la necesidad “de financiamiento para inmovilizar la miel hasta que estén dadas las condiciones para la exportación”.
Precisamente, entre las competencias de los consorcios figura la prefinanciación de compra de miel a los productores, las compras y comercialización en forma asociada, el establecimiento de protocolos de producción, la creación de sellos de diferenciación de mieles, la administración de fondos rotarios aportados por el Estado Nacional y el impulso a la elaboración de subproductos de colmena.
Valor agregado
Los pequeños apicultores y sus organizaciones, además de obtener réditos por la venta conjunta por negociar colectivamente un volumen mayor de miel, también se benefician porque han iniciado un camino de diferenciación del producto.
A diferencia de los grandes exportadores, que exportan “miel mezcla” a granel, desde los consorcios se impulsa la exportación tipificada en sus distintos varietales, obtenidos de acuerdo a la floración de la zona productiva. Las mieles varietales fraccionadas se aprecian notablemente en los principales mercados consumidores, por lo que se apunta a dejar los réditos de ese valor agregado en manos de los productores.
En ese sentido, Campos Bilbao destacó: “Estamos pasando de un diseño de producción apícola que ya no se maneja como prácticamente un commodity, para pasar a ser un producto elaborado localmente y respetando la diversidad de cada territorio, como un elemento de valor agregado”.
De esta manera, se ha iniciado el camino para finalizar con décadas de atomización y aislamiento de los productores de miel, que trajo como consecuencia una capacidad prácticamente nula de negociación ante los mercados y la resignación a no comercializar una miel tipificada, que puede ser considerada de “alta gama” en el plano internacional.
Integrar a productores a través de organizaciones les permite generar condiciones de producción adaptadas a cada escala (pequeño, mediano, grande) y llegar al mercado, tanto nacional como externo, en condiciones de mayor competitividad y de manera directa. / Publicado por Super Campo / Perfil.
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