El Estado fallido, más que una amenaza
Un intento de magnicidio, el narcotráfico, la expansión de la inteligencia
paraestatal, la corrupción, la pérdida de control del territorio y del
monopolio de la violencia aparecen como expresiones inconexas de la crisis
nacional.
Por Claudio Jacquelin, publicado por
La Nación.
La sucesión vertiginosa de acontecimientos políticos y económicos en modo
secuencia de fotos impactantes, pero aisladas, impide ver la película que se
va componiendo de fondo. El control del territorio, el monopolio de la fuerza,
el funcionamiento eficaz de las instituciones del Estado en sus obligaciones
indelegables choca y compite, en vastas áreas del país, con el avance del
crimen organizado, la autonomización de espacios geográficos, la corrupción
política, judicial y policial, la inseguridad ciudadana, un entramado de
relaciones subterráneas espurias, una moneda al borde del repudio masivo y una
economía informal creciente. Nada más cercano y parecido a la definición de
Estado fallido que se pueda encontrar en la historia argentina.
El detrás de escena del atentando contra la vicepresidenta, el avance de la
narcocriminalidad en el Gran Rosario (pero no excluyentemente allí), las
ocupaciones de tierras en la Patagonia (tampoco excluyentemente), los
incendios fuera del control estatal en el delta entrerriano (y más acá), el
desconocimiento de la Justicia, el cambio de reglas de juego, la existencia de
un aparato paraestatal de inteligencia y un presidencialismo sin autoridad
presidencial son escenas de una trama que suele exponerse fragmentada.
La sucesión ininterrumpida de grotescas fallas de la Policía Federal en la
custodia y en la investigación del intento de magnicidio contra Cristina
Kirchner, más su exculpación inmediata por parte del ministro de Seguridad,
Aníbal Fernández, jefe político de la fuerza, emerge como evidencia de las
limitaciones del Estado para ejercer el monopolio de la violencia (Max Weber
dixit) y brindar seguridad a la ciudadanía, empezando por sus más altos
representantes. Al final, indefensos como todos. Aunque no parezca.
Como contrapartida asoma la ausencia de un aparato de inteligencia estatal en
condiciones de alertar y prevenir delitos capaces de poner en riesgo la paz
social y hasta la soberanía, al mismo tiempo que emergen expresiones del
submundo del espionaje paraestatal vinculados con esos hechos y en condiciones
de impedir su esclarecimiento.
La parábola que va desde los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA
hasta la muerte del fiscal Alberto Nisman y el ataque a la vicepresidenta
encuentra hitos marcados por agentes y abogados de la comunidad de
“inteligencia” al amparo, la complacencia, la negligencia o la ineptitud de
autoridades y dirigentes del más amplio espectro político. Muchos de los
cuales presumen de emplearlos para usarlos y terminan usados por ellos.
La aparición de abogados de los inculpados por el intento de magnicidio que
trabajaban como asesores de legisladores de Juntos por el Cambio sería de por
sí suficientemente digna de escándalo e investigación. Pero a eso cabe sumarle
que tales letrados tienen vínculos con otras expresiones de la política, han
actuado en casos de interés de sus adversarios y tuvieron acceso a documentos
secretos de la Comisión Bicameral de “Inteligencia”. Bingo.
Sin embargo, pese a tantos elementos insólitos que reúne el abogado Gastón
Marano, ahora exasesor del senador por Chubut Ignacio Torres (Pro), la
dirigencia política, salvo excepciones, como la propia vicepresidenta, no hizo
de ello un escándalo mayúsculo, no abrió una investigación parlamentaria y ni
siquiera fue tema excluyente en el Parlamento, según cuentan legisladores de
la mayoría de las bancadas.
Por el contrario, a muchos pareció cerrarles la explicación de que esos
abogados ejercerán las polémicas defensas como una acción de marketing
profesional y personal, al igual que muchos otros abogados penalistas.
Normalidades.
La explicación podría resultar verosímil si no fuera por anteriores defensas
controvertidas, entre ellas a agentes orgánicos e inorgánicos de inteligencia,
por ser Marano asesor en temas de inteligencia de un legislador sin
experiencia previa en la materia, como es el caso de Torres, o por haber
llegado a obtener el contrato parlamentario por recomendación de un legislador
de origen peronista, que tiene ahora cercanías con el mundo libertario, según
explican en el entorno del chubutense.
Ante semejante cúmulo de singularidades asoma casi como una excentricidad la
moderación y la prudencia exhibida por algunos dirigentes afectos al
exabrupto, las descalificaciones y las teorías conspirativas. Podría ser el
caso del presidente de la CBI, Leopoldo Moreau. Desde la oposición cambiemita
deslizan, tal vez no sin malicia y en defensa propia, que el antecedente de
una filtración de documentos que beneficiaron al empresario kirchnerista
Cristóbal López actuaría ahora como un ansiolítico eficaz. Todo es posible. El
tránsito por los “subsuelos de la democracia” es fluido y los vehículos no
tienen patente partidaria. ¿Y si al pueblo se le ocurre preguntar de qué se
trata?
Un Rosario de penurias
En paralelo, otras realidades ponen en vilo a la ciudadanía y muestran la
relatividad de la vigencia de algunos pilares del Estado de Derecho. Es el
caso del avance de la narcocriminalidad, que ya traspuso largamente los
límites del Gran Rosario, al que hasta hace nada se procuraba circunscribir el
fenómeno. La magnitud del caso particular no impide advertir la extensión del
fenómeno.
“El problema acá no es que el Estado está ausente, sino que está demasiado
presente a través de la policía, como cómplice o, peor, como empleada, porque
su poder está tan degradado que no le da ni para ser socia. Y eso ocurre con
la connivencia o la incapacidad de la política para evitarlo o cambiarlo”. La
definición es de un diputado provincial santafesino opositor, con el que
coinciden funcionarios provinciales, fiscales y jueces, además de políticos
opositores de diferentes espacios y dirigentes de organizaciones sociales.
La critica situación del Gran Rosario, que poco ha cambiado a pesar del
reciente envío y redistribución territorial de fuerzas federales, es un
ejemplo de cómo esa connivencia e ineficacia estatal descompone la vida
cotidiana de la población. Una sociedad que, finalmente, termina naturalizando
situaciones anómalas por imperio de los hechos.
“Nosotros ya no podemos asegurar más el ingreso sin riesgo a barrios donde
hacemos nuestra tarea social como podíamos hasta hace unos años”, cuenta el
referente de una de las organizaciones con fuerte presencia en zonas donde la
marginalidad alcanza niveles escalofriantes. Las bandas de narcos se han
adueñado del territorio y nadie se mueve sin la venia de los soldaditos que
solo por custodiar pueden llegar a cobrar $30.000 por semana, según revelan
funcionarios santafesinos. El índice de homicidios de la zona, que triplica el
promedio nacional, habla de los riesgos que ahí se corren. Incluidos esos
mismos custodios, que están en la primera línea de fuego de la guerra entre
bandas, causa de la mayoría de las muertes.
En tal contexto, cada vez menos actividades están seguras, aunque hay algunas
más expuestas que otras. Los periodistas de la zona lo viven en carne propia.
Los relatos de los cronistas de calle sobre la forma en la que deben trabajar,
expuestos con la naturalidad que da la repetición, dan la pauta de la
transformación de la vida cotidiana.
“A los mismos barrios en los que antes cubríamos normalmente un hecho policial
ahora solo vamos a plena luz del día y en grupo. Chau primicia. Armamos
caravanas de autos de distintos medios y solo el que va al frente lleva el GPS
encendido”, cuenta uno de los más avezados reporteros del lugar, ante la
anuencia de una decena de colegas.
La presencia policial en esos espacios no es precisamente una fuente de
tranquilidad. “Más de una vez nos amenazaron o nos robaron, más para
intimidarnos que otra cosa, y cuando llamamos al 911 la policía tardó media
hora en llegar y al llegar pasó a metros de nosotros sin detenerse, como
diciéndonos que no iban a actuar. Otras veces, nos acompañan hasta el lugar y
después se van, dejándonos solos”, cuenta el movilero de radio.
Fuentes del gobierno provincial, que ya cambió tres ministros de Seguridad en
lo que va de la gestión de Omar Perotti, admiten que ante hechos de
inseguridad los vecinos prefieren llamar a los medios antes que a la policía.
La confianza en las instituciones no abunda.
El problema no se limita al índice de homicidios con el que Rosario ocupa la
agenda pública, mucho menos a la delimitación geográfico-política del
municipio y la provincia. Cada vez con más frecuencia los delitos de extorsión
de los clanes narcos van alterando la dinámica económica, comercial y
financiera.
Al pago por “seguridad” se le ha sumado el traspaso de fondos de comercio a
precio vil o a la sociedad obligada con portadores de armas y bolsas de
residuos repletas de billetes. Muy efectivos.
Relaciones peligrosas
Como señaló una alta funcionaria provincial: “Rosario es tan vulnerable por
sus atributos como por sus carencias”. La riqueza genuina que se genera por
las actividades agroindustriales, portuarias, comerciales y de servicios, de
una vitalidad casi envidiable y en apariencia sin sobresaltos, es el sustrato
que permite moverse aun con más comodidad a la delincuencia organizada.
La informalidad de la economía argentina, que llega a casi al 50%, hace que el
dinero de origen legal conviva en el circuito negro con el obtenido en
actividades ilegales. No hay blanqueos ni cepos suficientes. El dólar es el
refugio o la moneda de cambio imprescindible. En las financieras y “cuevas”
apenas si se distingue el origen de lo que por ahí circula por la denominación
de los billetes en pesos que llegan.
Así, la rusticidad que se le atribuye a las bandas narco empieza a quedar
acotada a los escalones más bajos de su actividad. A medida que el negocio se
expande llegan actores más sofisticados, coinciden los investigadores del
fenómeno. Los nombres de financistas y empresarios conocidos aparecen cada vez
con más frecuencia en investigaciones en causas de narcotráfico y lavado de
dinero. Por acción, por omisión o por ambición. Y naturalización de la
realidad.
El hallazgo frecuente de toneladas de cocaína en barcos que salen o pasan por
los puertos de Rosario, junto con embarques de granos, expresa esa realidad.
La falta de controles de las cargas, la connivencia de autoridades, la
carencia de instrumental suficiente y la magnitud del negocio lo posibilitan.
El delito que se permite o se propicia no es solo el del contrabando de
drogas. La subfacturación de exportaciones de bienes de origen legal circula
por el mismo ducto. Una convivencia pacífica hasta que alguien le ponga
precio.
Ese entramado, en el que el Estado está ausente o demasiado presente del lado
equivocado, hace que cada vez resulte más complejo ponerle freno a un fenómeno
que ya permea todo. Mucho más cuando se carece de una política eficaz de parte
de autoridades nacionales y provinciales, cuando en ciertos casos la inmunidad
se transforma en impunidad, como ocurre con algunos senadores provinciales
acusados y funcionarios judiciales federales bajo sospecha. Nada que sea
patrimonio exclusivo de Rosario, aunque ahí encuentre su clímax. Por ahora.
Un intento de magnicidio, el fenómeno del narcotráfico y su secuela de
crímenes violentos, la expansión de la inteligencia paraestatal, la
corrupción, la pérdida de control del territorio y del monopolio de la
violencia aparecen como expresiones inconexas de la crisis nacional. La
perspectiva de un Estado fallido puede ser más que una amenaza cuando se las
une. Nada que vaya a revertir la ampliación forzada de la Corte Suprema, los
cambios por conveniencia de las leyes electorales o la aplicación de parches a
la economía. Mucho menos, la impunidad. /
Por Claudio
Jacquelin, publicado por
La Nación.
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Y a todo esto sumale Jorge que un grupo de hinchas de futbol armados cortaron a tiros un piquete en la ruta nacional 11, donde no había ninguna presencia policial y tenés un estado fallido pergecto
ResponderBorrarAsí es Hugo, se suman las señales violentas de enfrentamiento. Ayer un motociclista apuñaló a un manifestante que le impidió atravesar un piquete en la provincia de Chaco.
BorrarAquí en Santiago, cada vez que se organizan esas marchas piqueteras que ocasionan inconvenientes en el centro comercial de la ciudad, no faltan los reclamos e insultos de la gente se molesta, y éste enojo viene creciendo.