Por David Luhnow, en Ciudad de México, y Juan Forero, en Buenos Aires, publicado por The Wall Street Journal.
La victoria presidencial del dirigente de centroderecha Mauricio Macri en Argentina marca un giro en la llamada “marea rosa” de los movimientos políticos populistas que han llevado hacia la izquierda buena parte de América del Sur en los últimos 15 años.
Mientras que algunos gobernantes populistas, como el boliviano Evo Morales, siguen siendo populares y permanecen firmemente arraigados al poder, otros se están desvaneciendo gracias al derrumbe de los precios de las materias primas que alimentó las exportaciones de estos países, una serie de escándalos de corrupción, la mala gestión macroeconómica y el deseo de cambio de los votantes.
El triunfo de Macri en Buenos Aires termina con 12 años del llamado kirchnerismo, la marca populista de la política de izquierda consagrada por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su difunto esposo Néstor Kirchner. Ambos nacionalizaron empresas, despojaron al banco central de su independencia e intensificaron el gasto y los subsidios en políticas que elevaron temporalmente los ingresos, pero que perjudicaron las inversiones y avivaron la inflación.
En Brasil, la izquierdista Dilma Rousseff, ex guerrillera que pertenece al Partido de los Trabajadores, lucha contra un índice de aprobación de 10% en medio de la mayor crisis económica del país en 25 años y un escándalo de corrupción que involucra a la petrolera estatal Petrobras.
Y se espera que el 6 de diciembre los venezolanos asesten un golpe en las urnas al presidente Nicolás Maduro, el heredero del líder populista Hugo Chávez, en las elecciones legislativas de mitad de período. Las encuestas muestran que la oposición ganaría por al menos 20 puntos porcentuales, con lo que probablemente obtendrá el control de la Asamblea Nacional.
“Lo que pasó en Argentina ayer fue el primer cambio en América Latina”, dijo Maílson da Nóbrega, ex ministro de Hacienda de Brasil y socio de Tendências Consultoria en São Paulo. “Puede ser el comienzo de una caída en los gobiernos populistas. Creo que el próximo debe ser Venezuela .... Y creo que Brasil hará lo mismo en 2018”.
La recesión económica explica en parte la voluntad de cambio de los votantes. Venezuela atraviesa por su peor contracción económica. Después de caer 4% el año pasado, se espera que la economía retroceda 10% este año y otro 6% en 2016, según el Fondo Monetario Internacional.
El FMI prevé una contracción de 3% para Brasil este año, seguido por otro descenso de 1% en 2016. En Argentina, la economía creció apenas 0,5% el año pasado y se espera una expansión de apenas 0,4% este año, seguida por una recesión de 0,7% en 2016.
“Cuando no hay dinero, no hay populismo”, dijo Marta Lagos, directora de la firma encuestadora Latinobarómetro, con sede en Santiago. Lagos dijo que el fin del auge de las materias primas perjudicará a todos los gobiernos de América del Sur, de izquierda y de derecha, pero que la izquierda populista pagará un precio más alto, ya que fueron los que peor gestionaron sus economías.
El cambio hacia el centro podría tener profundas consecuencias para la región, abriendo la puerta a un estilo más pragmático de hacer política, pero también aumentando los riesgos de inestabilidad si los pobres no ven beneficios. Los países que luchan por pagar sus cuentas con la crisis de las materias primas pueden abrirse más a la inversión y el comercio internacional. Las relaciones con Washington probablemente mejorarán.
Macri ya ha señalado su intención de adoptar una línea mucho más dura frente a Venezuela. En los últimos años, el gobierno venezolano ha dado marcha atrás en cuanto a las libertades democráticas, congestionando los juzgados y encarcelando opositores como Leopoldo López, el líder antichavista más popular del país.
Hasta ahora, Argentina ha sido el aliado incondicional más influyente de Venezuela en América del Sur. Pero la semana pasada, Macri dijo que, como miembro del Mercosur, la unión aduanera sudamericana, Argentina pediría la suspensión de Venezuela de la organización por violar la llamada cláusula democrática debido a “los abusos en la persecución de opositores y la libertad de expresión”.
Presionados por la desaceleración de China y la caída de los precios de los commodities, algunos países, entre ellos Argentina, podrían abrirse más al comercio y la inversión extranjera. Hace poco, la Cámara de Comercio de Estados Unidos organizó su primera visita formal a Argentina en al menos una década. Representantes de empresas estadounidenses de diversos sectores como la agricultura y la banca se reunieron con el equipo de Macri para tratar temas como la resolución de la disputa del país con los acreedores y el fin de los controles de capital.
Por ese entonces, el presidente de Bolivia, Evo Morales, viajó a Nueva York para tratar de atraer inversiones. Incluso Cuba, el único régimen comunista del hemisferio, se está abriendo al restablecer sus relaciones diplomáticas con EE.UU. y buscar con cautela inversiones extranjeras.
La marea rosa comenzó a fines de 1998 con la elección de Chávez. Desde ese año hasta 2008, siete líderes más de centro izquierda asumieron el poder en Sudamérica. A fines de la década de 2000, casi 300 millones de los 365 millones de habitantes del subcontinente estaban viviendo en países gobernados por líderes de izquierda.
No todos los izquierdistas fueron populares. Los de Chile y Uruguay, por ejemplo, han adoptado políticas de libre mercado al tiempo que han expandido los programas de bienestar social. Argentina y Venezuela, en cambio, recurrieron a la nacionalización de empresas foráneas y la impresión de dinero para financiar la transferencia de efectivo a los pobres, lo que agravó la inflación pero les aseguró la lealtad de millones de votantes.
Los populistas tomaron el poder al inicio de un auge de los commodities que duró una década. Venezuela, que posee las mayores reservas petroleras del mundo, obtuvo miles de millones de dólares en ganancias de la venta de crudo durante los años de Chávez. Brasil se convirtió en un líder mundial en productos como el pollo, el mineral de hierro y el jugo de naranja.
Pero la mayoría de los gobierno no ahorró para la época de vacas flacas. Brasil acumuló reservas de US$371.000 millones, pero Argentina y Venezuela tienen menos de US$30.000 millones y US$20.000 millones, respectivamente.
La producción del Mercosur, integrado por Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Venezuela, cayó 0,4% el año pasado y se espera que caiga 2,3% este año. En cambio, la de los países de la Alianza del Pacífico, un bloque mucho más orientado hacia el comercio y compuesto por México, Perú, Colombia y Chile, creció 2,6% en 2014 y se prevé que se expanda 2,3% este año, según estimaciones de BBVA.
Conforme el dinero ingresó a raudales durante el auge de los commodities, aumentaron los escándalos de corrupción. Brasil ha estado envuelto en un escándalo de sobornos de Petrobras, en el que ha sido implicado el partido de gobierno. En Argentina, el ex vicepresidente de Kirchner, Amado Boudou, ha sido imputado en dos casos de corrupción. Asimismo, la presidenta y su hijo son investigados por acusaciones de lavado de dinero. Ellos niegan que hayan cometido delitos y afirman que los tribunales tienen motivaciones políticas.
Venezuela, en tanto, es considerado el país más corrupto de América, según un ránking de 174 naciones de Transparencia Internacional. El país se encuentra incluso por debajo de Siria, Guinea-Bisáu o Zimbabue.
“Estos nuevos líderes fueron íconos de movimientos sociales. Se suponía que serían diferentes a los políticos tradicionales, pero demostraron que se comportaron exactamente como políticos tradicionales, si no es que peor”, afirma Lagos, de Latinobarómetro.
Thiago de Aragão, un analista político de Brasília, dice que es probable que América Latina finalmente vaya dejando atrás las divisiones ideológicas entre la izquierda y la derecha y se enfoque en lo que funciona. “La ideología es sólo el envoltorio. El contenido es lo que importa”, asegura. / Por David Luhnow, en Ciudad de México, y Juan Forero, en Buenos Aires, publicado por The Wall Street Journal.--
La nota fue publicada el pasado 24 de Noviembre, antes del contundente triunfo de la oposición en las elecciones legislativas de Venezuela, donde el gobierno de Maduro y el chavismo perdieron el control de la Asamblea Nacional, la legislatura unicameral, que se renueva cada cinco años, y que ha estado bajo el control de la revolución bolivariana de Hugo Chávez durante más de 15 años.
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