Por Martina Rua, publicado por La Nación.
Modelo global en innovación, es la primera nación en declarar Internet un derecho humano. El 99% de los trámites oficiales se hacen online, en las escuelas enseñan robótica, se crean compañías en tres horas y ya cuenta con residentes digitales de todo el mundo.
TALLIN, ESTONIA
El edificio de llegada del aeropuerto tiene paredes vestidas de madera que huelen húmedas a pesar del calor de un hogar encendido. El viaje hasta el centro de la ciudad se hace a través de la app Taxify, la Uber estonia que funciona en 40 ciudades de toda Europa y África: desde el comienzo se anticipa una ciudad de contrastes. Camino al centro, las construcciones están nevadas y en su mayoría transmiten una atmósfera gris y despojada que aún permiten adivinar la Cortina de Hierro en Europa del Este, aunque cada tanto son desafiadas por edificios nuevos, de colores vibrantes y diseño nórdico, donde asoma una impronta digital.
Vista de Tallin desde la iglesia de San Olaf. Foto de Diego Delso Vista en Wikipedia. |
En el centro histórico de esta capital que alberga a un tercio de la población total de Estonia (400.000 de 1,3 millones) es fácil sentirse en el medioevo, con calles con castillos y adoquinadas, en las que las gaitas empiezan a sonar desde lo bares y esquinas apenas se apaga el día. Son las mismas calles en las que en 2003 nació Skype, la compañía que revolucionó las comunicaciones y que años más tarde fue adquirida por Microsoft por 8500 millones de dólares, y que sigue siendo inspiración para el creciente ecosistema emprendedor estonio. Hoy, el 70% del PBI se nutre del sector servicios, y aquellos relacionados con las tecnologías de la información y la comunicación son los que más aportaron al crecimiento de la riqueza nacional en 2016. Estonia se presenta ante el mundo como el primer país 100% digital, un camino que empezó en 1991.
La independencia estonia de la Unión Soviética tiene sólo 27 años. El país se encontraba debilitado en todos sus frentes: una infraestructura caduca, la inflación altísima y una nueva democracia con sus respectivas instituciones por crearse, fueron el escenario para que la idea de un Estado Digital se hiciera bandera de esta reconstrucción. "Cuando Estonia recuperó su independencia éramos un país pobre. La pregunta que teníamos frente a nosotros era cómo nos sobreponíamos al legado de la ocupación soviética. Nuestra respuesta fue construir un Estado democrático, moderno y eficiente. La idea de futuro fue aprovechar el potencial innovador de las TICs, pero nadie sabía hace 25 años qué tan importante sería Internet en la organización del Estado y la sociedad. Me enorgullece ser la presidente del único estado con una sociedad digital", dice a LA NACION revista Kersti Kaljulaid, presidenta de Estonia, en una entrevista exclusiva realizada vía e-mail. Según la primera mandataria, con esta impronta digital, Estonia logra un balance entre seguridad y libertad que dota a los ciudadanos de una red pública y privada de servicios digitales basada en una identidad online segura.
Así, la apuesta a la innovación digital fue por supervivencia más que por convicción. La administración y la burocracia tradicional eran demasiado caras y lentas como opción para un país que veía a su PBI estancado y que necesitaba una estructura más eficiente y ágil.
VIDA DIGITALIZADA
Kaljulaid remarca que en el gobierno digital el fin no es la tecnología, sino usarla como herramienta para un cambio en la manera de gobernar hacia un Estado más transparente, centrado en el ciudadano y menos corrupto. Las interacciones con el Estado casi no requieren esfuerzos y burocracias. "Para los ciudadanos, ser el centro del sistema no sólo significa buena calidad de servicios públicos. También significa tener voz en lo que respecta a lo que esperan de sus representantes", describe.
Distrito de negocios en Tallinn. Visto en Wikipedia |
En 2002, tras una capacitación masiva de la población, se entregó a los ciudadanos un documento de identidad con chip electrónico con el que acceden a todos los sistemas del Estado: exactamente, a 1789 trámites online, que equivalen al 99% de los trámites oficiales que existen en el país báltico. El portal gubernamental funciona 24x7 y soporta el 99% de las interacciones entre los ciudadanos y el gobierno. Sólo los divorcios, casamientos y algunas operaciones inmobiliarias precisan la presencia física. Con una conexión a internet, los estonios sacan turno en el hospital, pagan una multa de tránsito, registran empresas, conversan con los maestros de sus hijos, renuevan su cédula de conducir. Votan. Opinan sobre los temas que se tratan en el Congreso, compran y venden, registran una nueva empresa en tres horas. En los despachos estatales no se usa papel desde el año 2000 y las firmas de todo son digitales. ¿Cómo es en concreto una interacción de un ciudadano con un servicio estatal digitalizado? Por ejemplo, desde 2015, en varios hospitales públicos la priorización de urgencias corre sobre un sistema digital. Cuando el paciente ingresa, se escanea su documento con chip y se accede a su historia médica encriptada, como también a los datos de sus familiares y médico de cabecera, información vital para tomar decisiones rápidas. El estado de salud del paciente se refleja en una pantalla central del piso de cirugía que administra la capacidad de 18 quirófanos y de los profesionales disponibles para atender las urgencias. El cirujano carga en el sistema todo lo que necesita: personal, instrumental, tiempo y hasta los antibióticos necesarios post operación. Una vez terminada la intervención, se hace la encriptación de la información del paciente y ésta pasa a ser parte de su historia médica digital. Luego, el paciente podrá decidir si quiere compartir y hacer accesible esa información a otros médicos o si prefiere tenerla cerrada.
Los ciudadanos son los únicos propietarios de sus datos. Por ejemplo, si alguien perteneciente a un organismo del Estado accede a ellos (servicio de transporte, policía, rentas), esto queda registrado con una marca imborrable en el sistema con tecnología blockchain y, si esta intromisión se prueba injustificada, el ciudadano puede presentar una denuncia, ya que esto representa un delito para el código estonio.
Aquí se habla de e-gobierno y e-Estado: la tecnología está completamente entrelazada en el tejido de la vida cotidiana. Hay e-escuela, e-salud, e-voto, incluso e-policía. De hecho, en Estonia ya nacen como e-ciudadanos. Los datos de un bebé recién nacido se ingresan en el Registro de Población dotándolo de una identidad digital, cuya integridad y seguridad están garantizadas por el Estado. En realidad, es un proceso automático: mientras un médico en el hospital ingresa datos sobre el bebé en el registro, se genera automáticamente una identidad digital. Los padres pueden etiquetar a esta identidad con el nombre desde su computadora portátil usando sus propias tarjetas de identificación y sin ir a ninguna oficina.
En educación, enseñar desde las habilidades digitales está naturalizado. Se estudia programación desde primer grado, luego ciberseguridad y robótica. Hay talleres de drones y realidad virtual y aumentada. Los pilares, aseguran, son también el arte, los deportes y la autodisciplina. No hay timbres en los recreos, los alumnos saben cuándo es momento de retornar al aula.
Inspiración hacia el mundo Sobre las posibilidades de replicar el modelo, la presidenta Kaljulaid advierte que un Estado digital no puede ser "importado" por otro país y que "cada nación debe construir su impronta. Después de todo, un Estado es también una tradición, y las nuevas tecnologías deben contemplar eso y no reemplazarlo. Podemos ayudar transfiriendo conocimiento y experiencia en cómo construir un sistema de e-gobierno", explica Kaljulaid, la primera mujer y la persona más joven en ejercer este rol.
La posibilidad de una "libertad geográfica" es otro de los conceptos singulares que ofrece Estonia. Libertad para que sus ciudadanos operen con el Estado y empresas desde donde quieran y cuando quieran; y que cualquier ciudadano del mundo pueda ser "ciudadano digital" de Estonia. La idea surgió en 2014, con la idea de ser una sociedad sin fronteras y permitir a cualquier persona ser residente virtual del país más digital del mundo. Aunque ya han expedido 30.000 identidades digitales, están lejos de los 10 millones que esperan para 2025. El documento, que emite el Estado estonio y cuesta 100 euros, es un instrumento creado para gestionar un negocio internacional de forma sencilla sin necesidad de pisar Estonia. No es un pasaporte, pero sirve para "hacer negocios" con menos trabas. Los solicitantes proceden mayormente de Europa, pero también hay muchos latinoamericanos y, claro, argentinos. Carlos Miceli, fundador de la Escuela de Nuevos Aliados, fue uno de los primeros argentinos en sacar su documento digital estonio. Como emprendedor, trabaja con startups en el país nórdico y con su documento digital ha abierto una empresa online o una cuenta bancaria desde su móvil en bancos sin sucursales físicas (ninguna) o, trabajando desde un bar, pudo firmar de manera digital contratos en las plataformas que provee el gobierno.
Viljar Lubi, viceministro de desarrollo económico del país, explica el impacto económico. "Nuestro objetivo fue que nuestro tamaño y ubicación no sean limitantes, sino nuestra ventaja. Al ser un pequeño estado de la Unión Europea en una ubicación periférica, decidimos centrarnos en las TIC y ahora se ha convertido en nuestra fortaleza. Buscamos que el tiempo que le dedican las empresas y los ciudadanos a comunicarse con las instituciones del gobierno sea sólo el necesario y no más", describe sobre un modelo en el que el 88% de los estonios navega por Internet a diario y el 87% de la población entre los 16 y 74 años, se conecta al portal gubernamental.
En las próximas semanas, en la Argentina el gobierno lanzará un decreto en el que se establece que a partir del 1° de enero del próximo año el 100% de los trámites con el Estado serán digitales. Una disposición que seguramente encontrará grandes desafíos en provincias y municipios donde la infraestructura de conectividad, la alfabetización digital y la unificación de plataformas no están aún maduras. Para Julia Pomares, directora ejecutiva del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), el caso estonio es único porque desde hace años están vislumbrando lo que será el futuro de la política. "Es llamativo que nos preguntemos mucho por el futuro del trabajo, pero muy poco por cómo va a impactar la digitalización en la política, cómo va a transformar el gobierno de lo público. Los estonios lo están diseñando desde hace rato y son un excelente caso para mirarnos en el espejo y pensar cómo serán los gobiernos en las próximas décadas. Cuando empezaron a implementar voto por internet, se pensó que era algo aislado, pero es parte de una estrategia más amplia de utilización de tecnologías digitales. Si queremos saber más del futuro de la política hay que analizar su caso y entender su implementación, más allá de las distancias con estas latitudes", opina.
Que un país confíe el 100% de su funcionamiento y la información de sus ciudadanos a sistemas digitales supone riesgos ante ataques informáticos que pueda recibir. Uno de los puestos de mayor relevancia en el Estado estonio es el de Siim Sikkut, Jefe de Información y Tecnología (CIO, por siglas en inglés) de Estonia. Para él, con cada innovación surgen nuevos riesgos y desafíos, pero los gobiernos deben tomar en serio los riesgos que la vida digital puede representar, pero no convertirlos en barreras. "Desde nuestro punto de vista y experiencia, la privacidad y la ciberseguridad pueden ser habilitadoras en cambio, si los gobiernos trabajan en ellas de manera exhaustiva y proactiva, ya que, en primer lugar, hacen posible el progreso de la sociedad digital", explica.
La seguridad cibernética se ha convertido en una función esencial del Estado ya que dependen de la tecnología digital en gran medida. "Trabajamos en ciberseguridad en tres niveles -continúa Sikkut-. En primer lugar, diseñamos sistemas y servicios teniendo en cuenta la seguridad desde el principio, utilizando también tecnología de última generación (por ejemplo, cifrado o encriptación). Segundo, nos preocupamos de estar en alerta y defender nuestros sistemas. Practicamos mucho para esto, dedicamos un esfuerzo diario en este sentido, junto con el sector privado y otros países también (a través de la información y el intercambio de recursos). Tercero, construimos alianzas, de modo que cuando las cosas sucedan, tengamos amigos y aliados que puedan ayudarnos, como ayudamos a otros". Todo está protegido por una red descentralizada muy difícil de hackear y fácilmente verificable y una arquitectura descentralizada para las comunicaciones llamada X-road, que evita que se realicen robos masivos de datos. De esta manera, los criminales como máximo pueden a bloquear el acceso a determinados servicios, pero esto se descubre y arregla. "Tenemos la ciberseguridad más transparente y efectiva del mundo", asegura.
"Teóricamente todo podría ser hackeado, pero como algunos de estos ataques tardarían cientos de años en computar o millones de euros por solo piratear una pequeña parte del sistema, no todo es hackeable en la práctica. En Estonia, hemos construido todos nuestros sistemas de forma segura desde el diseño, incluida la votación. Significa que la forma en que se utilizan y crean los servicios garantiza un alto nivel de confianza y seguridad. Pero también gastamos mucho tiempo y dinero en monitorear constantemente la situación con nuestros sistemas. Siempre tenemos que estar listos para reaccionar si ocurre un incidente. Hemos aprendido cómo administrar dichos riesgos a un nivel de probabilidad muy muy bajo", describe el CIO de Estonia.
Además de ser el primer país digital, Estonia se jacta de ser la nación con más experiencia en ciberseguridad, y esto también se explica como una innovación por necesidad. En 2007, el país recibió un ciberataque casi letal, presuntamente perpetuado por Rusia por desacuerdos políticos (aunque nunca reconocido) que lo dejó fuera de buena parte del mundo digital. De un día para el otro, los estonios no tuvieron acceso a los principales diarios, trámites, universidades ni bancos del país. Se formó entonces un comité plagado de ingenieros y científicos que logró sacar al país airoso de ese apagón digital. A partir de ese incidente, se inauguró al año siguiente el Centro de Excelencia de Cooperación en Ciberdefensa de la OTAN en Tallin y desde 2017, Estonia cuenta además con una "copia de seguridad" en Luxenburgo, algo así como un país digital clonado a donde recurrir en caso de ataque.
A 13.000 kilómetros de Buenos Aires y a orillas del mar báltico, la temperatura media anual de Estonia es de 5°C. En otoño oscurece pasadas las cuatro de la tarde y la nevada con una sensación térmica de -3°C sólo se mitiga con un vino caliente con canela que se ofrece a dos euros en los puestos callejeros. Detrás de las ventanas empañadas de las oficinas se toma café y se trabaja en las computadoras, en la Ciudad Vieja se encienden las velas en los bares y comienzan a sonar las gaitas. Decenas de trabajadores se amontonan envueltos en abrigos, gorros y guantes oscuros y esquivan la nieve derretida que heló el piso de la parada de colectivos. Allí, una mujer de unos 60 años se quita un guante y desbloquea su teléfono. El próximo tranvía llega en 7 minutos.
Argentina hacia la digitalización
Texto Andrés Ibarra - Ministro de Modernización de la Nación.
Según la Organización de las Naciones Unidas, Corea del Sur es el país mejor ranqueado en términos de gobierno electrónico: cuenta con más de 1100 sistemas de información interconectados que garantizan la provisión de casi 1200 servicios digitales las 24 horas del día. Un poco más cerca, en México, la administración del presidente Peña Nieto lanzó una plataforma que nuclea la información antes distribuida en más de 5000 sitios, simplificando trámites con el objetivo de reducir su costo económico en un 25%. En el país vecino, de los 1400 trámites del Estado uruguayo, 600 pueden iniciarse vía web y 400 realizarse de manera 100% digital.
En el último tiempo hubo un fenómeno de extensión de la oferta e impacto que las políticas públicas tienen sobre la vida de la gente y un gobierno en línea, eficiente y presente, pasó a ser una demanda ciudadana innegociable. En paralelo, los desarrollos tecnológicos irrumpieron rápidamente en la vida cotidiana, posicionándose como una herramienta esencial para disponibilizar los servicios digitales de este nuevo modelo de gobierno.
La única forma de evitar que las personas tengan que ir a una dependencia para realizar un trámite es que viajen los datos, no los ciudadanos. Para eso, la tecnología debe tomar la forma de sistemas a través de los cuales se pueda interactuar con el Estado de modo simple, remoto y seguro. Estonia es un caso destacable, fue la primera Nación en declarar internet como un derecho humano básico.
Sin embargo, lo importante de los ejemplos internacionales no es la copia de un modelo exitoso, sino la reflexión crítica acerca de los elementos que pueden adaptarse a la singular realidad de nuestro país. En la Argentina, tenemos el desafío de migrar los servicios a la web al mismo tiempo que erradicar la brecha digital, para que nadie se quede afuera de este nuevo paradigma.
Hoy, en nuestro país, más de 900 trámites se hacen por internet: desde crear una empresa o exportar productos al exterior hasta patentar una idea o inscribirse en cualquier registro. Estamos desterrando el papel del Estado, ahorrando más del 60% de tiempo y un 10% de costos. Si un ciudadano puede constituir su emprendimiento en un día, desde su casa, en lugar de pasar meses llevando papeles a oficinas públicas ¿no es eso calidad de vida y desarrollo económico? Ya más de 3000 proyectos argentinos se concretaron más rápido, más simple y a un menor costo. A su vez, en las próximas semanas se lanzará un decreto que establece que a partir de enero de 2019 todos los trámites en el Estado Nacional serán 100% digitales.
La innovación, el uso eficiente de las herramientas y los recursos, la transparencia y la inclusión digital son las bases fundamentales y necesarias para construir una Argentina que no deje de innovar. / Por Martina Rua, publicado por La Nación.-
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