Me he preguntado miles de veces hasta dónde uno puede ser exigente con las cosas que habitualmente forman parte de su vida. Exigente con los hijos, con los gobernantes, con uno mismo. Hasta dónde la exigencia es tal, como acción que conlleva la necesidad de una superación verdadera, y hasta dónde se convierte en una mera presión, que a su vez impide la realización de las potencialidades y se torna en un elemento negativo que crea rivalidades y, hasta enemistades.
Interesante...Leer más...
Muy Bueno!!!
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