miércoles, 29 de octubre de 2025

África: Se desangra por Conflictos Ignorados

Mientras los titulares internacionales y la atención diplomática se concentran casi exclusivamente en otras regiones, África se desangra en un silencio mediático ensordecedor.

El continente está azotado por una multitud de conflictos internos de una brutalidad extrema que rara vez ocupan las portadas. No son incidentes aislados, sino un patrón de desestabilización que se extiende. Desde guerras civiles alimentadas por intereses extranjeros y la codicia de recursos, hasta la alarmante expansión del yihadismo y crisis humanitarias de proporciones devastadoras, África enfrenta una serie de tormentas incontenibles de violencia, con la irreparable pérdida de recursos estratégicos y, sobre todo, vidas humanas que el mundo parece decidido a ignorar.

Grupo de cristianos apunto de ser asesinados por las RSF que
mantienen un fuerte carácter islamista-nacionalista
Captura de pantalla de vídeo en X, con imágenes muy sensibles
Un epicentro de esta tragedia es Sudán, particularmente la martirizada región de Darfur. El conflicto original, que se remonta a 2003 por causas raciales y étnicas, nunca se cerró, pero ha mutado en un horror aún mayor. La guerra actual, que estalló en 2023 entre el ejército sudanés y las genocidas Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), se ha visto potenciada por actores externos como el Grupo Wagner.

En los últimos años la lucha por el poder ha alcanzado nuevos niveles de barbarie. Informes recientes denuncian que las RSF mataron a cientos de personas tras apoderarse de la ciudad de el-Fasher, el último bastión del ejército en Darfur, después de más de 500 días de asedio. La Red de Médicos de Sudán informó que los combatientes de las RSF "mataron a sangre fría a todos los que encontraron dentro del Hospital Saudita, incluidos pacientes, sus compañeros y cualquier otra persona presente", un crimen de guerra flagrante.

Los testimonios de residentes y trabajadores humanitarios revelan un patrón sistemático de atrocidades cometidas por las RSF en su intento de tomar el control total de la tercera nación más grande de África. Esta guerra no es solo interna; es un conflicto proxy donde se señala la implicación de potencias como Rusia (apoyando a las RSF), Irán (proveyendo drones al ejército), Catar y Arabia Saudita. La motivación es tanto geopolítica como económica: el control de los ricos yacimientos de oro de Darfur, muchos de los cuales financian directamente las operaciones de las RSF, convirtiendo la riqueza mineral del país en su propia maldición.

Pero la inestabilidad no se limita a Sudán. En el Cuerno de África, la tensión escala peligrosamente entre Somalia y Etiopía. El gobierno somalí acusa a Etiopía de violar tratados internacionales y su soberanía territorial al proponerse reconocer a Somalilandia como un país independiente. A cambio de este reconocimiento, Etiopía, una nación sin salida al mar, obtendría acceso portuario. Esta maniobra no solo amenaza con reavivar conflictos fronterizos, sino que desestabiliza toda la región y, crucialmente, desvía recursos y atención de la lucha vital contra el grupo terrorista Al-Shabaab, afiliado a Al Qaeda.

Este panorama crítico se extiende como una mancha de aceite por el Sahel. Países como la República Centroafricana, Chad, Níger, Mali y Burkina Faso luchan diariamente contra los yihadistas de Al Qaeda y el Estado Islámico. Estos grupos han encontrado en África una tierra fértil para su expansión, explotando la pobreza, la ausencia del estado y los recientes vacíos de poder.

La ola de golpes de estado militares en Níger, Mali y Burkina Faso ha llevado a la expulsión de las fuerzas francesas y de la ONU, creando un vacío de seguridad que los extremistas están llenando rápidamente, a menudo con la ayuda de mercenarios rusos que ofrecen "seguridad" a cambio de concesiones mineras.

A esta compleja red de inestabilidad regional se suma la actividad de los hutíes en Yemen. Aunque no es un grupo africano, sus acciones tienen repercusiones directas en la seguridad del continente. Sus ataques en el Mar Rojo, bajo una ideología nacionalista y antiimperialista, afectan vitalmente las rutas marítimas de las que dependen naciones africanas como Egipto, Sudán y Yibuti, amenazando con arrastrar al Cuerno de África a un conflicto mucho más amplio.

Mientras tanto, en el corazón del continente, la República Democrática del Congo (RDC) vive una de las crisis humanitarias más graves y olvidadas del planeta.

Los conflictos internos endémicos, la corrupción y la mala gobernanza han provocado el desplazamiento interno de 5,8 millones de personas, más que en cualquier otro lugar de África. Esta cifra no representa solo una estadística; significa campamentos superpoblados, falta de agua potable, propagación de enfermedades como el cólera y una generación perdida.

Esta violencia es alimentada directamente por la demanda global de minerales estratégicos como el cobalto y el coltán, esenciales para nuestros teléfonos móviles y vehículos eléctricos, en una clara línea que conecta el sufrimiento congoleño con la cadena de suministro global.

Más de 100 grupos armados, tanto locales como extranjeros, están activos en el este del Congo. Irónicamente, la imposición de la ley marcial en las provincias de Kivu del Norte e Ituri ha facilitado, según entidades humanitarias y religiosas, los abusos por parte de las propias fuerzas de seguridad gubernamentales. Con casi total impunidad, grupos armados y fuerzas de seguridad perpetran masacres, secuestros, violaciones sistemáticas y violencia sexual como arma de guerra, reclutamiento de niños soldados y otros ataques contra civiles.

Los derechos a la libertad de expresión, de reunión pacífica y de los medios de comunicación son frecuentemente atacados, silenciando a quienes intentan documentar el horror.

Desde Jartum hasta Kinshasa, pasando por el Sahel y el Cuerno de África, el continente sufre una serie de crisis profundas que son convenientemente ignoradas. Son guerras olvidadas, alimentadas por la codicia de recursos, la indiferencia global y los juegos de poder geopolíticos. Sus víctimas, contadas por millones, rara vez tienen voz, y su tragedia rara vez merece un titular.

Parece que muy pocos fuera de África les importa qué pasa con la gente de África.-

Jorge S. King ©2025
Todos los derechos reservados


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