Por Christopher Mims, en The Wall Street Journal.
Uno viaja por todo Estados Unidos en un camión que vende tacos y hay que combatir animales que mutaron tras una guerra civil, y también convertirlos en un delicioso relleno para los tacos que se venden dentro de ciudades fortificadas. La misión: llegar a la ciudad canadiense de Winnipeg.
Eres “El pistolero del camión de tacos”, o GTT por sus siglas en inglés.
“Es un juego que sólo se le ocurriría a un niño”, dice Brenda Romero, una diseñadora de videojuegos desde hace más de 30 años y madre de Donovan Romero-Brathwaite, el niño de 10 años que inventó el juego.
Y sin embargo GTT ya le vendió su licencia a una firma de videojuegos para ser lanzado en Mac, PC, iOS y Android, y quizás también llegue a las consolas. Es todo un desenlace para algo que nació en clases de programación que tomaba Donovan los sábados con su padre, John, que también es un destacado diseñador de videojuegos.
La situación de Donovan —acceso a dos padres que son programadores— es poco frecuente. De hecho, en cifras récord, los niños están aprendiendo una destreza que sus padres no tienen: escribir código.
Y según los responsables de enseñarles, la programación es sólo el comienzo. Lo que están aprendiendo esos niños —lo que deben aprender, si quieren conseguir empleo en el siglo XXI— es algo que los educadores llaman “alfabetismo de procedimiento”.
“Cuando aprendes código, comienzas a pensar en procesos en el mundo”, dice Mitchell Resnick, el profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts que encabeza la iniciativa para diseñar el lenguaje de programación para niños Scratch.
Scratch tiene 6,2 millones de usuarios registrados y es accesible para niños de sólo cinco años.
Ya sea para entender cómo funcionan complicados sistemas como las economías o abordar un problema de forma incremental, el código es especialmente adecuado para capacitar a los niños no sólo para solucionar problemas sino también para expresarse, señala Resnick.
“Lo fascinante de la ciencia de la computación es que requiere destrezas analíticas, resolución de problemas y creatividad, mientras también es tanto fundacional como vocacional”, dice Hadi Partovi, cofundador de Code.org, una organización sin fines de lucro que promueve la educación en código. “No estoy seguro de que haya otro ámbito que combine todo eso”.
No todos los niños que aprenden a escribir se convertirán en escritores, ni todos los que aprenden álgebra serán matemáticos, pero sin embargo tratamos a ambas disciplinas como destrezas básicas que deberían aprender todos los niños. El código es lo mismo, dicen educadores como Partovi y Resnick, quienes impulsan que esté disponible para todos los niños en Estados Unidos.
La Oficina de Estadísticas Laborales de EE.UU. proyecta que habrá un millón de empleos de programadores sin ocupar en ese país para 2020. Y quizás esa estimación sea insuficiente, dice Partovi. Agrega que mientras más software y hardware crean los humanos, más empleos en software hay, conforme nuevas plataformas como teléfonos inteligentes y drones generan sus propios ecosistemas de software.
Iría más lejos: entender que en el futuro ninguna profesión quedará al margen de las máquinas significa reconocer que la programación es parte de las humanidades, y por lo tanto una destreza básica que todos los niños deben poseer.
Después de todo, la definición original de “humanidades” significaba el cuerpo de conocimiento requerido para participar en la vida civil, e incluía lo que entonces se conocía como astronomía y matemáticas.
Los educadores que están adquiriendo capacitación profesional para aprender cómo incorporar el código a sus planes educativos incluyen no sólo a maestros de matemáticas y tecnología, sino también a maestros de lengua, dice Partovi. El código es, de cierto modo, otra forma de escribir, aunque busca crear historias que son interactivas y dinámicas, insiste Resnick.
Las escuelas públicas siguen siendo lentas para ponerse al día. La mayoría, incluida la escuela de Donovan, no ofrecen clases de código. Partovi dice que ese es el mayor obstáculo para progresar.
Las tabletas son un vehículo natural para aprender aún para niños que aún no saben leer. Los aparatos no requieren que los niños aprendan primero a usar un ratón y teclado, que puede ser difícil. Los niños pequeños absorben con facilidad las lecciones de juegos de programación como “Lightbot”, dice Gretchen LeGrande, directora de Código en las escuelas, una organización sin fines de lucro que apunta a niñas y las minorías étnicas.
Todas las personas que entrevisté opinaron que la mejor forma de llegar a los niños pequeños era lograr que crearan juegos, o tratar los ejercicios de aprendizaje como una forma de juego. LeGrande les enseña a los niños conceptos de código binario usando sólo un mazo de cartas modificado. La comunidad de niños registrados en el lenguaje Scratch intercambian animaciones, código e historias de un enorme bazar en línea de juegos imaginativos. Los juegos basados en libros infantiles populares son un elemento básico.
Codestudio, el programa educativo en línea que ofrece Code.org, ya llega a 1 de 10 estudiante de escuela primaria en EE.UU., dice Partovi. De esos estudiantes, 43% son mujeres y 47% son afro-estadounidenses o hispanos. Si sólo 1% de los estudiantes de primaria matriculados en Codestudio eventualmente estudian informática, sería más del triple del número de mujeres que se gradúan en ese campo, dice Partovi. Donovan, en tanto, está demasiado ocupado aprendiendo diseño, dirección de arte e incluso sobre ventas minoristas. Eso se debe a que su juego “El pistolero del camión de tacos” ya tiene una línea de camisetas. / Por Christopher Mims, en The Wall Street Journal.--
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