Comparto dos artículos que muestran claramente lo que está pasando. No pocos expertos han utilizado la definición de "guerra fría" para informar lo que se está desarrollando en la región. Son tiempos difíciles, y al parecer se va a repetir una parte fea de la historia. Es innegable que hay un ruido de fondo que podría estar anticipando la posibilidad del retorno de la violencia armada. Roguemos que no sea así.
Protestas, saqueos e incendios en Santiago de Chile. Foto de Henry Romero/Reuters |
Guerra Fría regional: Protestas en Chile, Ecuador, Bolivia y Venezuela.
Por Claudio Fantini, publicado por Noticias - Editorial Perfil S.A..
El caos social crece en una región que avanza hacia la división en bloques enfrentados.
Entre protestas y represiones, una Guerra Fría regional va consolidándose en Latinoamérica. En poco tiempo, habrá dos bloques. Uno se aglutinará en la OEA y el otro en una resucitada Unasur.
Ambos lucubrarán teorías conspirativas para explicar las convulsiones que sacuden a los países de una y otra vereda. Esas teorías siempre intentarán abarcar la totalidad del suceso victimizándose y culpando al otro. Pero en algunos casos no serán necesariamente excluyentes, sino complementarias.
En Chile, la explicación ideologizada del estallido social que expresó Sebastián Piñera al decir que estaban “en guerra contra un enemigo poderoso” (que su esposa describió como “invasión alienígena”) y de la que se hicieron eco adherentes a la vereda agrupada en la OEA, señala como principal causa del caos desatado a una conspiración externa. Y la explicación ideologizada opuesta señala como única causa al carácter que consideran unidimensionalmente injusto del modelo económico chileno.
Si cualquiera de los adherentes a una y otra visión acepta la explicación (o parte de ella) del otro bloque, es considerado en el propio como un quintacolumnista o un idiota funcional al enemigo. Las adhesiones ideológicas consideran, además, como agente del otro bloque a los analistas, periodistas, intelectuales, artistas y demás observadores que tengan en cuenta la argumentación contraria.
En rigor, lo observado desde el inicio de las protestas y la violencia en Chile es que las dos explicaciones no son totalmente excluyentes. Hay una conspiración externa, pero no está en condiciones de generar protestas masivas. A esas protestas las causa el Talón de Aquiles que siempre tuvo el modelo económico chileno: la desigualdad y la creciente dificultad de las capas medias, medias bajas y bajas para acceder al nicho de bienestar al que consideran tener derecho. El modelo neoliberal chileno fue exitoso, pero también incubó contradicciones que, al agudizarse, insuflaron indignación en las franjas de la sociedad a las que se les dificulta cada vez más la cuota de bienestar que les corresponde.
Las protestas de Chile muestran problemas socio-económicos de ese país. Su modelo redujo la pobreza pero aumentó la desigualdad y luego fue corriendo la línea de acceso a las cuotas de bienestar que corresponden a los estratos medios.
El bienestar social incluye consumo de bienes y calidad de servicios como educación y salud. A las capas medias y medias bajas se les encarecerse el acceso al bienestar, mientras pierde dinamismo la movilidad social.
Un aumento mínimo de transporte actuó como gota que rebasó un vaso que ya estaba al borde por un fuerte incremento de la energía eléctrica que coronó una saga de subas anteriores, que encarecieron el acceso al bienestar.
Eso provocó la protesta. Pero en ella se vieron niveles inusitados de violencia que están más allá del desborde natural que puede producir una protesta masiva. El desborde natural llega hasta las barricadas ardientes, las piedras y los saqueos. Pero no llega al incendio de shoppings, edificios corporativos, hipermercados y estaciones de trenes. A esos incendios los produjeron manos profesionales, adiestradas y pertrechadas para actuar con semejante capacidad de destrucción.
Esas manos profesionales estarían agrupadas en células que esperan agazapadas que alguna gota derrame un vaso, para entrar en acción en el marco de las protestas masivas que se produzcan. O sea, la conspiración no puede generar las protestas, pero actúa para provocar violencia altamente destructiva, con el objetivo de desestabilizar.
Eso se vio en Chile. Y si quedan dudas, están las palabras de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello auto-incriminándose al hablar de “planes” que se “cumplen a la perfección” y de “brisas bolivarianas” que se convierten “en huracanes”.
Esas increíbles autoinculpaciones no figuran en ningún manual de intrigas y conspiraciones, sino que parecen responder exclusivamente a incontinencias y arrogancias con rango de estupidez.
Por esa y por otras razones visibles, es posible que detrás de las células que esperan agazapadas el estallido de protestas para actuar dentro de ellas con violencia profesional de alta destructividad, haya financiación desde las ricas arcas ilegales del régimen residual chavista. También es posible que sea el aparato de inteligencia cubano la neurona que diseña y planifica lo que las arcas clandestinas de Venezuela financian. Y que por detrás de Caracas y La Habana, esté Moscú, cuyo líder es un experto en impulsar desestabilizaciones, por derecha y por izquierda, en todos los rincones del planeta.
No obstante, que exista esta entente y su actividad conspirativa no implica que no existan las injusticias que causan protestas masivas en países como Chile y Ecuador.
También hubo protestas y represión Bolivia, donde Evo Morales se victimizó hablando de “golpe de Estado” para justificar el Estado de Excepción que declaró. Pero los que sólo vieron protestas y represión en Chile y Ecuador nada dijeron al respecto, aun siendo tan visible que la indignación boliviana estalló por la maniobra fraudulenta que realizaba el gobierno para perpetuarse.
Desde la otra vereda, se ve el Evo autoritario que, desde el referéndum del 2016 que perdió y desoyó, da muestras de respetar la voluntad mayoritaria sólo cuando lo favorece. Y se tendría que ver también los logros económicos que tuvieron sus tres gestiones, gracias al eficaz pragmatismo de su ministro de Economía Luis Arce.
En rigor, en toda la región, y por diferentes injusticias, se producen caos y protestas. En Venezuela, se produjeron por el autoritarismo y la realidad calamitosa que impuso la casta militar imperante. El régimen las aplastó con criminales represiones que dejaron centenares de muertos, igual que en la Nicaragua del matrimonio Ortega-Murillo.
La diferencia con Ecuador y Chile, entre otras, es que Lenin Moreno y Sebastián Piñera dieron marcha atrás con las medidas que causaron las protestas. Piñera llegó incluso a pedir perdón. Esto no los redime de todo, pero marca una diferencia que no puede soslayarse. Falta que se concentren luego en corregir las desigualdades que generan los ajustes y los modelos de crecimiento con agudización de contradicciones. Pero los regímenes opuestos, incluido el cubano, a las protestas sólo las reprimen hasta aplastarlas, sin concesiones de ningún tipo sino todo lo contrario: profundizando el modelo. / Por Claudio Fantini, publicado por Noticias - Editorial Perfil S.A..--
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Regresa a Latinoamérica una escena antigua, pero lejos de estar olvidada: presidentes frente a las cámaras de televisión dirigiéndose al país en un momento de crisis, pero flanqueados por sus generales.
En Ecuador, los dirigentes militares estaban firmes detrás del presidente Lenín Moreno cuando este anunció un estado de emergencia. Unos cuantos días después, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, hizo lo mismo con una decena de oficiales de pie junto a él, vestidos con uniformes de camuflaje.
‘Un juego muy peligroso’: en Latinoamérica, los dirigentes asediados recurren a los militares.
Por Max Fisher, publicado por The New York Times (*), replicado por Infobae.Regresa a Latinoamérica una escena antigua, pero lejos de estar olvidada: presidentes frente a las cámaras de televisión dirigiéndose al país en un momento de crisis, pero flanqueados por sus generales.
En Ecuador, los dirigentes militares estaban firmes detrás del presidente Lenín Moreno cuando este anunció un estado de emergencia. Unos cuantos días después, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, hizo lo mismo con una decena de oficiales de pie junto a él, vestidos con uniformes de camuflaje.