Un tema de moda por estos días, todos los noticieros de Argentina se la pasan mencionando las recomendaciones que hay para tomar recaudo, al momento de presentarse estos fenómenos.
Fenómenos que, la decir verdad, a mi me encantan. Disfruto mucho verlos de lejos, nunca les he temido, y de los cuales tengo unos cuantos anécdotas y recuerdos.
El que más me impresionó fue un rayo que tocó un rollo de alambre a unos 100 metros de donde estábamos. Fue en 1977, cerca de Río Negro, en el chaco paraguayo. Un tío que tenía una empresa constructora vial, me invitó a pasar unos días en el campamento de obra, de la Ruta Tras Chaco, que se aproximaba al Río Negro, en su avance hacia las colonias menonitas.
El campamento tenía un grupo electrógeno impresionante que alimentaba todo el campamento, a todos los trailers con oficinas, talleres, comedor y dormitorios del personal, y a las casas rodantes de los ingenieros.
Una tarde se vino una tormenta eléctrica con fuerte precipitación y muchas descargas eléctricas. La cosa siguió hasta después de la cena, cada vez más fuerte.
Yo me asome a una ventana de la casa rodante, a contemplar el panorama. A unos cien metros estaban armando un alambrado, y habían dejado unos rollos de alambre amontonados.
De golpe se sintió como si el cielo se rasgaba seguido de un bang!, todo a un sonido ensordecedor y al mismo instante todo se puso blanco. Quedamos como encandilados con un ardor en el rostro. Luego la oscuridad total, unos instantes después volvieron los sonidos. El campamento era un caos en medio de la noche y bajo la fuerte precipitación.
El rayo afectó todo el tendido eléctrico, el pulso electromagnético no dejo ningún transitor sano, nos quedamos sin radio y sin ningún foco o lámpara. Gracias a Dios, salvo el julepazo mayúsculo, nadie fue lastimado por el fenómeno.
A la mañana siguiente, luego del desayuno, fuimos a ver el punto de impacto. Los rollos estaban fundidos, era como si habían derramado metal fundido en circulo. Alguien los levantó y se vieron laminillas de vidrio debajo, era el suelo en contacto con los alambres. La energía corrió por los hilos ya tendidos, quemando los postes, inutilizando todo el largo tramo del alambrado.
Muchos años después, en los llanos del sudeste de Santiago del Estero, una región que se conoce como Bajos Submeridionales, me tocó ver a la distancia algo similar. Íbamos viajando desde la localidad de Bandera, en Santiago, hacia la ciudad de Tostado en Santa Fe. Nos alcanzó una tormenta llegando a Fortín Inca, también con muchas descargas.
En un momento un rayo tocó el alambrado a unas centenas de metros delante nuestro y vimos como la centella corrió por los hilos. Vimos el pulso irse hacia adelante, siguiendo la línea. Todo un espectáculo realmente.
A medida que seguíamos, veíamos los postes humeando por kilómetros. En un momento se nos acabó la "buena impresión", ya que llegamos aun lugar donde había varios vacunos tirados, tiesos, todos humeando. El silencio ganó el vehículo hasta que llegamos a Tostado.