viernes, 8 de agosto de 2025

Impacto del Cambio Climático en la producción primaria y economía de Argentina

Continuando con las serie de post donde analizamos una variedad de aspectos y temas que hacen a nuestra real situación en el país y región, encaramos nuevamente el tema climático.

El Clima como Factor Determinante en la Resiliencia Económica Argentina

Tormenta de Verano II
Ciudad de Santiago del Estero, 10/02/2013. Antes de las 5 de la tarde
las cortinas de tierra lo oscurecieron todo, tiempos de sequía
Foto de Jorge S. King ©Todos los derechos reservados
El desarrollo económico y social sostenible de la República Argentina se encuentra intrínsecamente ligado a la resiliencia de su matriz productiva. En un país cuya economía exhibe una significativa dependencia de la producción primaria y la exportación de materias primas con escaso valor agregado, la volatilidad climática emerge como un factor de riesgo preponderante, capaz de amplificar la vulnerabilidad a las fluctuaciones de los precios internacionales y de exacerbar los recurrentes ciclos de "stop-and-go" derivados de la restricción externa. 

Esta dinámica, donde los períodos de crecimiento son abruptamente interrumpidos por la escasez de divisas, es particularmente sensible a los shocks externos, entre los que los eventos climáticos extremos se destacan por su creciente frecuencia e intensidad. La interacción entre fenómenos climáticos severos y la estructura económica nacional subraya la urgencia de diversificar la matriz industrial, fomentar la innovación tecnológica y fortalecer la capacidad de adaptación en todos los sectores productivos frente al ineludible cambio climático global.

Impacto de los fenómenos climáticos extremos:
El Niño y La Niña en la Economía Argentina

Argentina, con su vasta extensión territorial y diversidad de ecosistemas, desde la Pampa Húmeda hasta la Patagonia, es particularmente susceptible a los efectos de los patrones climáticos a gran escala. El fenómeno ENOS (El Niño-Oscilación del Sur), con sus fases extremas de El Niño y La Niña, tiene consecuencias directas y a menudo devastadoras sobre la economía del país, alterando los regímenes de precipitación y temperatura en regiones clave para la producción agropecuaria y la infraestructura.

El Súper Niño y las Inundaciones regionales:
Un desafío hídrico y económico

Dentro del espectro de las fases de El Niño, se distingue el fenómeno conocido como Súper Niño o El Niño muy fuerte, caracterizado por un calentamiento anómalo y excepcionalmente persistente de las aguas del Pacífico ecuatorial, con anomalías de temperatura de la superficie del mar que superan consistentemente los 2°C por encima del promedio. Esta intensidad particular amplifica las respuestas atmosféricas globales, resultando en patrones climáticos aún más extremos, incluyendo regímenes de precipitaciones extraordinariamente elevados en ciertas regiones.

En Argentina, los eventos de Súper Niño se han manifestado en varias ocasiones con consecuencias significativas. Los más notorios y dañinos fueron los de 1982-1983 y 1997-1998, y en menor medida, el de 2015-2016, aunque este último presentó una distribución de impactos ligeramente diferente. El evento de 1982-1983 es recordado como uno de los más catastróficos, provocando inundaciones sin precedentes en vastas zonas del Litoral y la Pampa Húmeda, con enormes pérdidas agrícolas y ganaderas, y severos daños a la infraestructura. El Súper Niño de 1997-1998 también generó impactos devastadores, con lluvias torrenciales que afectaron extensas áreas, interrumpiendo la producción y el transporte de bienes y personas.

Estas condiciones generan inundaciones regionales que provocan pérdidas económicas multifacéticas y de gran magnitud:
  • Pérdidas en la producción agropecuaria: Los campos anegados impiden la siembra en tiempo y forma, destruyen cultivos existentes (como la soja, el maíz, el trigo y el arroz en sus etapas críticas), y afectan gravemente al ganado, tanto por la pérdida de pasturas como por enfermedades asociadas a la humedad y el estrés. Las zonas bajas y las cuencas fluviales, como las del Paraná y el Uruguay, son especialmente vulnerables, con millones de hectáreas bajo agua, lo que genera cuantiosas pérdidas para productores individuales y un impacto agregado significativo en la economía nacional. Esto se traduce en una drástica reducción de la oferta de granos y carnes en el mercado.
  • Daños a la infraestructura crítica: La red vial rural, vital para el transporte de la cosecha, sufre deterioros severos, con caminos de tierra intransitables que impiden el acceso a los puertos y centros de acopio. Puentes, alcantarillas y vías férreas también quedan inhabilitados o dañados, elevando los costos logísticos y de reparación a cifras millonarias. En las áreas urbanas, las inundaciones afectan viviendas, comercios e infraestructura de servicios básicos (energía, agua potable), generando gastos de emergencia y reconstrucción que desvían recursos públicos y privados.
  • Impacto social y humano prolongado: Más allá de las pérdidas materiales, las inundaciones provocan el desplazamiento forzado de miles de personas, la afectación de viviendas y la interrupción de actividades económicas locales, lo que genera problemas de salud pública, desempleo temporal y un deterioro general de la calidad de vida. Los costos de asistencia humanitaria, evacuación y rehabilitación de las comunidades afectadas representan una carga considerable para el erario público y las organizaciones civiles, lo que a menudo retrasa la recuperación económica de las regiones.
  • Disminución crítica de exportaciones y exacerbación de la restricción externa: La merma en la producción agrícola y ganadera de commodities exportables como la soja, el maíz, el trigo y la carne bovina, impacta directamente en la capacidad de Argentina para generar divisas. Dado que el sector agroexportador es el principal proveedor de dólares del país, una caída significativa en sus volúmenes o precios debido a las inundaciones exacerba la crónica restricción externa. Esto limita la disponibilidad de divisas para importar bienes de capital, insumos industriales y energía, esenciales para el funcionamiento de la economía, y dificulta el cumplimiento de las obligaciones de deuda externa, perpetuando los ciclos de inestabilidad macroeconómica.
La Niña y las extensas sequías:
El agua como recurso escaso y estratégico

Contrariamente a El Niño, los episodios de La Niña se asocian con un enfriamiento anómalo de las aguas superficiales del Pacífico ecuatorial, lo que deriva en una marcada disminución de las precipitaciones y el consecuente desarrollo de sequías extendidas en las principales regiones productivas de Argentina. Los impactos económicos son igualmente severos, y en ocasiones, incluso más prolongados en sus efectos acumulativos:
  • Reducción drástica de rendimientos y pérdidas de cosecha: La falta de humedad en el suelo afecta críticamente el desarrollo de los cultivos desde la siembra hasta la cosecha. La escasez de agua durante períodos clave como la floración y el llenado de granos puede llevar a una caída de los rendimientos de hasta el 50% o más, y en casos extremos, a la pérdida total de cosechas enteras. Esto no solo afecta la producción de granos, sino también la de cultivos industriales y economías regionales que dependen del régimen hídrico.
  • Afectación severa de la ganadería y escasez de forraje: La sequía reduce drásticamente la disponibilidad de pasturas naturales y forraje, obligando a los ganaderos a recurrir a la suplementación con alimentos costosos o, en el peor de los escenarios, a la venta forzada de hacienda, lo que deprecia su valor y reduce el stock ganadero a largo plazo. La falta de agua potable para los animales también es un problema crítico, afectando su salud, peso y capacidad reproductiva.
  • Escasez de agua con impactos multisectoriales: La disminución de las precipitaciones no solo impacta la agricultura y la ganadería, sino que también afecta el suministro de agua para consumo humano en áreas rurales y urbanas, la generación de energía hidroeléctrica (reduciendo la capacidad de embalses y ríos), y la navegación de vías fluviales clave para el comercio exterior, como el Río Paraná, lo que encarece y dificulta el transporte de la producción.
  • Impacto macroeconómico amplificado y recesión potencial: La sequía severa es quizás el shock más directo y contundente para las finanzas públicas argentinas, dado el peso del complejo agroexportador. Una drástica reducción en el volumen de las exportaciones agroindustriales contrae la oferta de dólares en el mercado cambiario, generando presión sobre el tipo de cambio, lo que a su vez impulsa la inflación y agrava la restricción externa. Esto obliga al gobierno a implementar ajustes macroeconómicos recesivos (como aumentos de tasas de interés o recortes de gasto) para contener la fuga de divisas y la espiral inflacionaria, consolidando los ciclos de "stop-and-go" y, en ocasiones, precipitando crisis económicas de mayor envergadura.
El impacto presente y futuro del Cambio Climático en la producción agropecuaria argentina

Más allá de la variabilidad interanual de ENOS, el cambio climático global y el calentamiento global representan una amenaza estructural y de largo plazo para la producción agropecuaria argentina, un pilar fundamental de su economía. Este fenómeno no solo intensifica los eventos extremos existentes, sino que también introduce nuevas dinámicas que exigen una profunda reconversión del sector.

Impactos actuales observados: Una realidad en evolución

El sector agropecuario argentino ya experimenta los efectos tangibles del cambio climático, que se manifiestan de diversas maneras en las distintas regiones productivas del país:
  • Alteración de patrones de precipitación y mayor variabilidad hídrica: Se observa una tendencia general a una mayor variabilidad en la distribución espacial y temporal de las lluvias. Esto significa que mientras algunas regiones experimentan períodos de sequía más prolongados e intensos, otras sufren eventos de lluvias concentradas y torrenciales, provocando anegamientos repentinos. Esta impredecibilidad dificulta la planificación agrícola y aumenta los riesgos de inversión. Por ejemplo, la región pampeana, tradicionalmente húmeda, ha visto una alternancia más marcada entre años muy secos y años con excesos hídricos.
  • Aumento de temperaturas y olas de calor sin precedentes: El incremento de las temperaturas medias anuales y, crucialmente, la mayor frecuencia, duración e intensidad de las olas de calor, afectan directamente el desarrollo fisiológico de los cultivos. El estrés térmico reduce la fotosíntesis y el llenado de granos, disminuyendo los rendimientos. En la ganadería, las altas temperaturas provocan estrés calórico en los animales, afectando su productividad (ganancia de peso, producción de leche y fertilidad) y aumentando la mortalidad en casos extremos.
  • Desplazamiento y reconfiguración de zonas productivas: Las alteraciones en el régimen climático están provocando un gradual desplazamiento de las zonas agroecológicas óptimas para ciertos cultivos. Regiones que tradicionalmente eran adecuadas para la soja o el maíz, por ejemplo, pueden volverse menos productivas debido a la escasez de agua o al aumento de las temperaturas, obligando a los productores a repensar la diversificación de cultivos, la rotación o incluso a considerar la migración hacia otras actividades o geografías más favorables.
  • Proliferación de nuevas plagas y enfermedades agropecuarias: El cambio en las condiciones ambientales, especialmente el aumento de las temperaturas y la alteración de los regímenes de humedad, favorece la expansión geográfica y la proliferación de plagas y patógenos que antes no representaban una amenaza significativa o estaban restringidos a ciertas zonas. Esto impone mayores costos en el manejo sanitario de los cultivos y el ganado, e incrementa los riesgos de pérdidas de producción.
Proyecciones y Desafíos Futuros: La Urgencia de la Adaptación

Las proyecciones climáticas para Argentina, basadas en modelos robustos, sugieren una intensificación de estos fenómenos a lo largo del siglo XXI, con consecuencias aún más profundas para la producción agropecuaria y la economía en su conjunto:
  • Mayor frecuencia e intensidad de eventos extremos como la nueva normalidad: Se espera que las sequías severas, las inundaciones repentinas y las olas de calor se vuelvan aún más frecuentes e intensas, lo que incrementará significativamente la volatilidad de la producción agrícola y los riesgos para los productores. Esta "nueva normalidad" climática exigirá una mayor capacidad de respuesta y resiliencia en todos los niveles, desde el productor individual hasta las políticas públicas.
  • Cambios en los ciclos fenológicos y la necesidad de nuevas tecnologías: El calentamiento global afectará los períodos de siembra, floración y cosecha de los cultivos. Esto requerirá no solo la adaptación de los calendarios agrícolas tradicionales, sino también el desarrollo y la adopción masiva de nuevas variedades de cultivos más resistentes a la sequía, al calor y a las enfermedades, así como tecnologías de agricultura de precisión que permitan optimizar el uso de los recursos.
  • Acentuación del estrés hídrico y conflictos por el agua: La disponibilidad de agua para riego y consumo podría verse comprometida de manera más crítica en varias regiones, especialmente en el oeste y centro del país (regiones semiáridas y áridas), donde la dependencia de los deshielos y las napas subterráneas es mayor. Esto podría generar conflictos por el uso del agua y la necesidad de inversiones masivas en infraestructura hídrica, como represas, canales de riego eficientes y sistemas de monitoreo avanzados.
  • Impacto multifacético en la seguridad alimentaria, exportaciones y estabilidad social: La reducción de la productividad agropecuaria y la mayor inestabilidad climática podrían amenazar la seguridad alimentaria interna de Argentina, incrementando los precios de los alimentos y afectando a los sectores más vulnerables de la población. Simultáneamente, la capacidad exportadora del país se vería mermada, reduciendo la entrada de divisas, lo que impactaría negativamente en la balanza comercial y en la estabilidad macroeconómica. En un escenario de estrés hídrico y productivo severo, incluso podría haber movimientos migratorios internos desde las zonas rurales afectadas hacia los centros urbanos, generando desafíos sociales adicionales.
La resiliencia de la producción agropecuaria argentina frente al cambio climático demandará una profunda y acelerada transformación, basada en un enfoque integral y colaborativo. 

Esto incluye la implementación generalizada de prácticas agrícolas sostenibles y regenerativas (como la siembra directa, la rotación de cultivos, la diversificación de sistemas productivos), el desarrollo de variedades de cultivos y razas ganaderas resistentes a condiciones extremas, y una inversión estratégica en infraestructura de riego eficiente y tecnologías de manejo inteligente del agua. Asimismo, será crucial una mayor integración de la información climática y pronósticos estacionales en la toma de decisiones, el fortalecimiento de los seguros agrícolas y ganaderos, y el fomento de la investigación y desarrollo en agrotecnología. 

Más allá de lo sectorial, la diversificación de la matriz productiva, con un mayor énfasis en la industrialización de valor agregado y el desarrollo de energías renovables, se presenta como una estrategia ineludible para mitigar la vulnerabilidad económica de Argentina y construir un futuro más sostenible, próspero y equitativo para las generaciones venideras.-


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