Por Carlos Manzoni, publicado en La Nación.
Quienes combaten el mal debieron ampliar su área de acción a Internet, donde los hechos delictivos crecen y causan fuertes pérdidas.
Una alta ejecutiva es obligada a depositar 50.000 euros para evitar que se publique su incursión en un sitio de citas sexuales. Al mismo tiempo, un concurso totalmente amañado premia a un hijo de un CEO con un celular último modelo; cuando el chico llegue a su casa, impregnará con un virus los dispositivos móviles de su padre. Ambos son modus operandi del ciberdelito del siglo XXI, pergeñado por malhechores que tienen como aliada a Internet.
Este flagelo, que produce 300.000 ataques por día, está en cuarto lugar de preocupación entre las empresas, algo que las lleva a invertir entre US$ 1 y 10 millones por año en prevención, según cuenta Sergi Gil, responsable de CyberSOC Academy Deloitte.
Gil, que vino a la Argentina de la mano de la Universidad Siglo 21 para entregar una beca y dar una charla sobre ciberseguridad, precisa que el 90% de lo que desembolsan las compañías se destina a máquinas y el resto, a formación de la gente para que esté preparada ante un posible ciberataque.
El hombre cuenta que las acciones de una empresa perdieron 15% en un día, luego de que los accionistas se enteraron de que sus redes habían sido infectadas y violadas por crackers (así se denomina a estos delincuentes, para diferenciarlos de los hackers). ¿Y quién es la persona más atacada? "La secretaria del alto directivo", acota. "Porque es ella la que tiene la agenda completa, guarda todos los números de cuentas bancarias de su jefe y hasta sabe si tiene una amante", explica este barcelonés, fanático de Barcelona y con butaca en el Nou Camp.
Lo peor de este panorama no son las cifras, sino el hecho de que "los buenos" están siempre por detrás de "los malos". Para Gil, una empresa debe saber anticiparse a los ataques, mediante inteligencia; luego se tiene que dar cuenta de que es atacada, y, por último, debe saber reaccionar al ataque. "No sólo a nivel técnico, sino a nivel de comunicación y jurídico", agrega.
Otra mala noticia. "No hay en las empresas recursos formados para anticipar los ataques", dice Gil. Es en ese contexto en el que llegó a la Argentina para incentivar a los alumnos de la Universidad Siglo 21 a tomar la certificación internacional (curso específico), creada entre Deloitte y Red Ilumno. Sólo en la Unión Europea hay una oferta de empleo para 700.000 personas, que no llega a cubrirse.
Sergi dice que el cibercrimen mueve más dinero que el narcotráfico, el contrabando de armas y la prostitución; por eso las mafias no se quieren quedar atrás y lo que hacen es contratar a gente que se dedique exclusivamente a hacer ataques. "Antes lo que hacían era tirar el virus en Internet y esperar la pesca de algún incauto. Pero hoy eso ha cambiado, y el 95% de los ataques es dirigido, es decir, que se ataca a una persona o una empresa con un objetivo muy concreto."
Entre los fines específicos está robar mapas, patentes o fórmulas, espiar los mails, las fotos y las claves de la computadora, entre otros. "Esa gente se dedica sólo a eso y, si no lo consigue, harán ingeniería social para lograrlo", destaca Gil.
Hay ciertos rubros en los que es imposible estimar el daño que les puede provocar un ataque de éstos. Porque, por ejemplo, ¿cómo calcular la pérdida de confianza que produce en un cliente de un banco saber que los delincuentes tienen los códigos de todas sus tarjetas? No por nada las que más invierten en ciberseguridad son las entidades financieras.
¿Algún recaudo personal? Los ejecutivos, según Gil, tienen que hacer contraseñas largas y cambiarlas cada seis meses. El ingenio de los "malos" no tiene límite: "Un grupo montó una empresa de eventos, hizo varios y llegó a un acuerdo con un colegio, con premios y preguntas. Uno de los regalos era un celular, cuyo ganador ya estaba marcado y no era otro que el hijo de un alto ejecutivo. El chico llegó a su casa, se conectó a Wi-Fi al mismo tiempo que su padre y así habilitó a los delincuentes toda su información privada y de la firma".
El 66% de los ciberataques es por culpa o negligencia de empleados. Ese porcentaje se podría resolver en un 80% con formación. Los maleantes van tanto a empresas grandes como a pymes. En las primeras tienen grandes recompensas, pero en las últimas les es mucho más fácil acceder.
De las pymes no sólo tienen su información, sino la de sus clientes. En cuanto a geografía, Gil deja en claro que América latina está igual de "infectada" con estos delitos que Europa, África y Asia. "Quien está un poco mejor es Estados Unidos, porque allí son más conscientes e invierten antes", cuenta.
Las industrias más atacadas en la actualidad son las de manufactura, debido a la información que manejan (Apple, Google, las automotrices y las farmacéuticas, están entre ellas) y las de venta electrónica. El costo de una auditoría o consultoría sobre este tema va desde US$ 3000 hasta 100.000 por servicio.
A nivel jurídico, hay muchas lagunas y, por lo general, la ley corre por detrás de los ciberdelitos. Además, hay una especie de "paraísos para el ciberdelito", como por ejemplo Rusia y Rumania. Los delincuentes lo saben, entonces, aunque vivan en otros, lanzan los ataques desde esos lugares para que no se los pueda penar.
Será por todo esto, tal vez, que ya se habla acerca de que Internet es el quinto escenario de guerra en el mundo, luego de la tierra, el agua, el aire y el espacio. / Por Carlos Manzoni, publicado en La Nación.--
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