¿No eres un robot? Compruébalo.
Por Tim Wu, publicado por The New York Times.
Cuando los autores de ciencia ficción imaginaron las invasiones de robots, la idea era que las máquinas se volverían lo suficientemente inteligentes y poderosas como para adueñarse del mundo por la fuerza, ya fuera por su propia voluntad o comandadas por algún personaje malvado. En la realidad, está sucediendo algo tan solo un poco menos terrorífico. Día con día, los robots están imitando cada vez mejor a los humanos. Cuando son controlados por oportunistas, malhechores y a veces incluso Estados-nación, se tornan particularmente peligrosos para las sociedades democráticas, las cuales tienen como premisa estar abiertas a la ciudadanía.
Los robots que se hacen pasar por personas se han vuelto una amenaza. Para espectáculos populares de Broadway (¿les suena el nombre de Hamilton?) en realidad
son bots y no humanos los que compran buena parte de los boletos, si no es que la mayoría. Los espectáculos se venden de inmediato y los intermediarios (amos malvados de los robots, casi literalmente) obtienen millones de dólares en ganancias deshonestas.
Philip Howard, director del
Computational Propaganda Research Project (Proyecto de Investigación de la Propaganda Computacional) de Oxford, estudió el despliegue de bots para producir propaganda durante la votación del brexit y en las elecciones presidenciales recientes de Estados Unidos y Francia. Twitter sufre una particular distorsión debido a las millones de cuentas de bots en la plataforma. Durante los comicios franceses fueron principalmente robots de Twitter los que intentaron convertir la etiqueta #MacronLeaks en un escándalo. Facebook ha admitido que prácticamente fue hackeado durante las elecciones estadounidenses de noviembre pasado. Howard, de Oxford, declaró que “las noticias basura se compartieron tanto como las noticias profesionales los días previos a la elección” en esa red social.
Los robots también se usan para atacar a las instancias democráticas de la administración del Estado. En los últimos meses, la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos inició un debate público respecto de la revocación de la “neutralidad web” que propone la dependencia. En años anteriores, este tipo de procedimientos atraía a millones de comentaristas (humanos). En esta ocasión, alguien con motivaciones propias, pero sin apoyo real del público, desencadenó un ataque de robots que se hicieron pasar por cientos de miles de personas (mediante identidades robadas) para inundar el sistema con comentarios falsos en contra de las reglas federales de “neutralidad web”.
Sin lugar a dudas, en la actualidad, los robots que se hacen pasar por personas son distintos de los que se imaginaron los autores de ciencia ficción: no son capaces de sentir, no llevan armas y no tienen cuerpos físicos. En cambio, estos humanos falsos solo tienen lo estrictamente necesario para “pasar” por humanos: un nombre, tal vez una apariencia virtual, un número de tarjeta de crédito y, si se requiere, una profesión, una fecha de cumpleaños y una dirección. Los crean programas o secuencias de comandos que dan a una persona el poder de imitar a miles.
Lo más seguro es que el problema empeore y que se extienda incluso a más áreas de la vida, porque los bots están entrenados para mejorar su capacidad de imitar a los humanos. Dado el grado de saturación de las reseñas de productos por parte de los robots, los cuales suelen otorgar cinco estrellas, no es difícil detectar los casos de sabotaje comercial a través de las reseñas negativas. En los próximos años, los límites de financiamiento de campaña serán (y tal vez ya lo son) burlados al usar ejércitos de robots que se hacen pasar por “pequeños” donadores. Finalmente, votar es otro blanco evidente —tal vez el principal—.