Algunos datos, los subsidios al consumo fueron implementados por una ley de emergencia económica en 2002, en medio de lo que se considera la peor crisis en la historia moderna del País. Según se ha
informado, las tarifas eléctricas se mantuvieron prácticamente congeladas desde 2003. Hicieron más daño de lo que se cree.
"Las tarifas de electricidad y gas fueron congeladas, mientras que los precios de los combustibles líquidos fueron vigilados y sometidos a las presiones características de la gestión kirchnerista. La exportación de petróleo crudo debió pagar un derecho móvil que mantuvo el precio interno en un valor fijo, siempre muy por debajo del precio internacional. Mientras el país tuvo saldos exportables esta política aportó recursos al fisco, pero los precios en boca de pozo quedaron rezagados, lo que desalentó la exploración y la producción. Lo mismo, pero con mayor gravedad, ocurrió con el gas.
La consecuencia fue que las inversiones se desviaron hacia a los países que reconocían precios a los del mercado internacional o cercanos a éste" (La Nación).
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Foto: "A luz de velas", de Jorge S. King ©Todos los derechos reservados
Durante uno de los fatídicos cortes de 2012 |
La importación de petróleo, gas y combustibles líquidos creció de manera sostenida, de igual manera, paralelamente cayó de la producción nacional. Desde 2011 Argentina dejó de ser exportador neto de energía y la producción tanto de petróleo como de gas natural declinó desde 1998 y 2004, respectivamente.
Por todo ésto y acciones gubernamentales poco transparentes de años, el sector energético argentino está atravesando complicaciones muy serias, difíciles de dimensionar y entender claramente para el común de la gente.
Sin embargo, cualquiera con información, y algo de entendimiento en la materia, desde hace tiempo comprendía que no había ni hay otro inicio de camino que recomponer precios y tarifas, y a la par dejar de subsidiar el consumo.
Hay que informarse correctamente, el problema energético que tenemos es mayúsculo, y los entendidos señalan que por su magnitud el Gobierno ni el Estado, sin inversiones extranjeras, y locales, no lo podrán enfrentar adecuadamente.