Bombardear Siria, de Manuel Castells en La Vanguardia
Publicado en Caffe Reggio - Periodismo de Opinión
La decisión está tomada y el dispositivo militar a punto en el Mediterráneo y Turquía. Será un ataque con misiles a distancia guiados por satélites que vigilarán los cambios de posición de las móviles fuerzas de El Asad. Se apoyará en aviones ingleses y franceses desde Turquía y Chipre, y B-52 desde Estados Unidos. Aunque no podrá destruir la máquina militar del dictador, el propósito es desarticular su logística de bombardeo: inutilizar aeropuertos, destruir baterías de cohetes y de artillería y anular las comunicaciones.
No pueden atacar las armas químicas almacenadas porque están en medio de zonas pobladas. Por cierto que en algunas hipótesis se prevé la posibilidad de que el ejército sirio haga detonar algunas de estas armas en medio de la población acusando a los estadounidenses.
Es posible que el debilitamiento de la capacidad de combate de El Asad sea aprovechado por la oposición armada. Pero no tendrá efectos decisivos sobre el terreno, porque las fuerzas de élite son guardias pretorianas controladas por el hermano de El Asad (la cuarta división mecanizada); porque la milicia libanesa de Hizbulah, aliada de El Asad por delegación de Irán, es muy efectiva, y porque Rusia mantiene un flujo de armamento al régimen sirio. Entonces, ¿por qué este bombardeo, con el alto costo político que conlleva para Obama?
Aunque parezca mentira, esta vez se trata de una cuestión de principios en la geopolítica mundial. El uso de armas químicas contra la población civil (del que hay testimonios fehacientes de la resistencia siria) constituye una escalada cualitativa en la barbarie de este mundo. Aunque todas las armas matan y las bombas convencionales pueden ser aún más letales en número de víctimas, el horror de la guerra química es algo que ha marcado con su impronta la conciencia universal tras la Primera Guerra Mundial.
Dejar impune una matanza química crea un precedente que puede abrir vía al uso de armas bacteriológicas o nucleares tácticas. Al menos eso es lo que piensa Obama. Por eso trazó la línea roja que Siria no debía atravesar y ahora está obligado a actuar so pena de perder toda credibilidad. Pese a sus escrúpulos a intervenir militarmente cuando vislumbra el cumplimiento de su gran objetivo: terminar con las guerras en las que su país está atrapado tras la insensatez de Iraq y Afganistán.
Ocurre que las mentiras y el cinismo que caracterizaron la administración Bush en Iraq hacen ahora dudar al mundo de que las cosas sean como dice Obama. La diferencia es que mientras Bush quería la guerra, Obama está yendo en contra de su política de apaciguamiento internacional, porque sabe que esto llevará a un enfrentamiento con Rusia y puede frustrar la negociación en curso con Irán, posible tras la elección de Rohani. Obama no quería intervenir en Libia y al final lo hizo de modo muy limitado por la presión interna de Hillary Clinton, Susan Rice y Samantha Power y a condición de que el Reino Unido y Francia llevaran el peso de los bombardeos. Algo que no va a pasar en Siria, aunque habrá participación de ambos, pues el poderío militar de El Asad es muy superior y se requiere la capacidad tecnológica de EE.UU. para una operación punitiva de envergadura.
Pero el costo político de la operación será alto para EE.UU. El mundo está harto de bombardeos, de drones, de espionaje masivo. Resurge la imagen del imperio todopoderoso que se atribuye todos los derechos por su superioridad tecnológica y militar.
En ese contexto, incluso una acción que podría tener una cierta dosis de razón para frenar el desenfreno de un tirano sanguinario que ha matado a casi 100.000 compatriotas para mantenerse en el poder ve cuestionada su legitimidad. Incluso en EE.UU. la mayoría de la opinión pública está en contra. En parte por pacifismo, en parte también por indiferencia ante un mundo a la deriva del que ya no se quieren sentir responsables.
La ONU no puede aprobar la intervención porque Rusia protege a El Asad. No en vano tiene en Siria la única base naval fuera de territorio ruso. Y la opinión europea también está en contra, por mucho que Hollande quiera resucitar la vieja tutela francesa sobre Siria y Líbano. De ahí que Obama se someta al voto del Congreso (que ganará) y que haya viajado al G-20 para explicar y obtener algunos apoyos internacionales. Pero el ataque se producirá y será más devastador de lo que se piensa, según mis informadores, aunque no decidirá la guerra en el terreno, salvo que induzca a deserciones masivas.
¿Y Siria, en todo esto? Recuerde el dramático proceso. En el 2011 hubo un movimiento social contra la dictadura, en el contexto de la primavera árabe. Era democrático y no religioso, surgió de la indignación derivada de la tortura de adolescentes que hacían pintadas contra el régimen, y durante seis meses se expresó en manifestaciones pacíficas que fueron repetidamente masacradas, con diez mil personas muertas. Entonces algunos grupos empuñaron las armas. Y ahí se precipitaron los buitres carroñeros de la geopolítica.
Arabia Saudí vio la oportunidad de ganar terreno en su guerra santa suní contra los chiíes, liderados por Irán. Apoyada por los Emiratos, Qatar y Jordania. Porque Siria es de mayoría suní, pero tiene una minoría alauí (rama del chiismo) que ocupa todo el poder pese a ser sólo el 12% de la población, porque son mayoría en el ejército. Y hay una minoría cristiana, importante en los negocios, que teme un avance suní islámico. Por eso El Asad resiste, porque una parte de la población lo apoya desesperadamente temiendo represalias de la mayoría suní. Y porque Irán, Rusia y China (por su conexión iraní) están con él.
Lo que empezó como un gran movimiento democrático se ha convertido en una atroz guerra civil alimentada por las grandes potencias. Por eso El Asad resucita la guerra química para evitar la derrota ampliando la crisis. Y por eso EE.UU., aun deslegitimado en su acción, tendrá que actuar, mientras Europa revela de nuevo su impotencia.- / Publicado en Caffe Reggio - Periodismo de Opinión.
Manuel Castells "sociólogo y profesor universitario de Sociología y de Urbanismo en la Universidad de California en Berkeley, así como director del Internet Interdisciplinary Institute en la Universidad Abierta de Cataluña y presidente del consejo académico de Next International Business School.Según el Social Sciences Citation Index 2000-2009, Manuel Castells es el quinto académico de las Ciencias Sociales más citado del mundo y el académico de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) más citado del mundo.1Trata -entre otros temas- en profundidad sobre la Sociedad de la Información, y habla de la Teoría del Estado, como un problema de información en su obra El Estado Red" (Wikipedia).
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