Por Reed Johnson y Rogerio Jelmayer, publicado en The Wall Street Journal.
SÃO PAULO—Los brasileños están viendo a Luiz Inácio Lula da Silva hacer hoy algo que rara vez hizo como presidente entre 2003 y comienzos de 2011: reconocer errores.
El ex dirigente sindical, de 70 años, que sigue siendo la figura política más conocida y carismática de Brasil, lucha para preservar su legado, frustrar un proceso de impugnación contra la presidenta Dilma Rousseff —la heredera que eligió dedo—, infundir nuevos bríos al Partido de los Trabajadores (PT) y no ir a la cárcel.
Ex-Presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Foto de BRUNA PRADO/FRAME Visto en Flickr. La foto no pertenece a la nota de Infolatam |
Su mayor preocupación, sin embargo, puede ser otro escándalo de corrupción, el que afecta a la empresa de control estatal Petróleo Brasileiro SA, o Petrobras. La extensa pesquisa ha enredado a varios de los amigos cercanos de Lula y aliados del PT, lo que ha llevado la investigación penal cada vez más cerca del ex mandatario y también ha manchado el gobierno de Rousseff.
Ni la presidenta, ni Lula da Silva han sido implicados en la investigación llamada Operación Lava Autos, y ambos niegan haber cometido irregularidad alguna. Pero la investigación ha perjudicado la credibilidad del ex presidente y socavado la imagen del PT como la autoridad moral de la política brasileña.