Por Carl Zimmer, publicado por The New York Times.
Hace 252 millones de años, faltó poco para que la Tierra muriera.
En los océanos, se extinguió el 96 por ciento de todas las especies. Es más difícil determinar cuántas especies terrestres desaparecieron, pero la pérdida fue similar.
Esta extinción masiva al final del Pérmico fue la peor en la historia de este planeta y sucedió, cuando mucho, a lo largo de unos cuantos miles de años, en un abrir y cerrar de ojos en términos geológicos.
Fósil de un Galesaurus, un cynodont que vivió durante el período Pérmico Fotografía: Museo de Historia Natural de Iziko. Visto en The Guardian |
Además, los científicos advierten que tal vez estamos repitiendo el proceso. Si es así, entonces el cambio climático está “firmemente ubicado en la categoría de los eventos catastróficos de extinción”, señaló Curtis Deutsch, científico especialista en Ciencias de la Tierra de la Universidad de Washington y coautor de este nuevo estudio, publicado en la revista Science.
Los investigadores conocen desde hace mucho tiempo los sucesos generales del cataclismo del Pérmico-Triásico. Justo antes de las extinciones, los volcanes de lo que ahora es Siberia hicieron erupción a gran escala. El magma y la lava que arrojaron produjeron enormes cantidades de dióxido de carbono.
Ya que estaba en la atmósfera, el gas retuvo calor. Los investigadores calculan que la superficie del océano se calentó al menos 8 grados Celsius. Algunos investigadores sostienen que el calor por sí solo acabó con muchas especies.
Otros creen que el calentamiento redujo el oxígeno del océano y asfixió a las especies que vivían ahí. Al parecer se formaron rocas durante la extinción masiva cuando le faltó oxígeno al menos a una parte del océano.
En investigaciones anteriores, Deutsch ha analizado la forma en que los animales vivos se adaptan a los niveles de temperatura y oxígeno del mar. Por ejemplo, los animales que poseen un metabolismo rápido necesitan mucho oxígeno, entonces no pueden vivir en las partes del océano donde el oxígeno desciende por debajo de un límite determinado.
El agua cálida dificulta todavía más este reto. Cuando el agua es más cálida, no puede retener tanto oxígeno disuelto como el agua fría. Y aun peor: el agua cálida también puede aumentar el metabolismo de los animales, lo que significa que requieren de más oxígeno para mantenerse vivos.
Por ejemplo, el bacalao no se encuentra debajo de una latitud que va más o menos desde Nueva Inglaterra hasta España. Al sur de esa línea, el calor y el bajo nivel de oxígeno generan demasiada presión para esa especie.
Deutsch y Justin Penn, un estudiante de posgrado, hicieron una recreación del mundo al final del Pérmico con una simulación de computadora a gran escala, que completaron con una atmósfera que retiene el calor y un océano que fluye.
Cuando los volcanes de Siberia colmaron la atmósfera virtual con dióxido de carbono, la atmósfera se calentó. El océano también se calentó y, según el modelo, empezó a perder oxígeno.
Algunas partes perdieron más oxígeno que otras. Por ejemplo, en la superficie, las algas fotosintéticas producían oxígeno fresco. Este modelo demostró que a medida que el océano se calentaba, sus corrientes de circulación también eran más lentas.
El agua que tenía poco oxígeno se fue al fondo de los océanos y, poco después, las profundidades estaban sofocadas.
Seguramente el aumento de las temperaturas y el descenso del oxígeno hicieron inhabitables enormes franjas de los océanos. Algunas especies sobrevivieron aquí y allá, pero la mayor parte desapareció por completo.