Por Alberto Armendariz, publicado por La Nación.
Tras la baja en la clasificación de S&P, pidió apurar los recortes; el real sigue en baja.
RIO DE JANEIRO.- Sensación de urgencia. Después de que la agencia calificadora de riesgo Standard & Poor's (S&P) sorprendió anteanoche al gobierno de Dilma Rousseff al retirarle a su economía el codiciado grado de inversión y ubicarla en el nivel especulativo, los brasileños se despertaron con la certeza de que ya no hay forma de escapar de la crisis.
Mientras el real profundizaba su depreciación frente al dólar pese a los esfuerzos del Banco Central por contener el valor de la moneda, la presidenta convocó de emergencia a sus principales ministros para pedirles que aceleren recortes de gastos y negocien con el Congreso nuevas fuentes de ingresos que eviten un empeoramiento de la situación.
Shockeada por la decisión de S&P, que ayer rebajó la nota de una treintena de empresas, Dilma exhortó a su gabinete a revertir la idea instalada de que el país enfrenta un "escenario catastrófico" y está "al borde del abismo".
Dilma pidió que, cuanto antes, se le presenten propuestas para reducir la cantidad de ministerios y suprimir empleados públicos innecesarios, llamó a analizar con lupa los programas sociales y subsidios para eliminar despilfarros, y destacó que está abierta a crear nuevos impuestos para equilibrar las cuentas públicas. La semana pasada, por primera vez en su historia, el gobierno envió al Congreso un proyecto de ley presupuestaria para el próximo año que prevé un déficit de unos 8500 millones de dólares, es decir un 0,5% del producto interno bruto (PBI).
Jaqueada por una impopularidad récord con apenas el 8% de apoyo, Dilma subrayó a los ministros la necesidad de mantener claro y unificado el discurso oficial: el gobierno reconoce que el momento es de dificultad, pero la presidencia está trabajando para superarlo. En el principal vocero del mensaje se convirtió el ministro de Economía, el banquero neoliberal Joaquim Levy, cerebro detrás del duro programa de ajuste que Dilma impulsa desde que inició su segundo mandato, en enero, y que es muy resistido por el oficialista Partido de los Trabajadores (PT) y varios de sus aliados.