Por Laura Marajofsky, publicado por La Nación.
La falta de rigurosidad en el mundo digital alienta la viralización de hechos falsos que suenan verosímiles.
¿Y si los alimentos genéticamente modificados y los llamados chemtrails fueran operaciones encubiertas por grandes corporaciones con el fin de producir cambios ambientales y generar ganancias? Existe todo un extenso género de teorías conspirativas que se retroalimentan en la Web, y que van desde estos temas hasta cuestiones relacionadas con la llegada a la luna y la existencia de alienígenas o con el propio Bernie Sanders (senador y precandidato por el Partido Demócrata). Y es que ésta parece ser una época ideal para el complot. Basta ver cómo todos estos "¿y si?" se multiplican vertiginosamente en el terreno virtual, capitalizando la falta de rigurosidad que ofrece el medio, pero también una incipiente predisposición a concederle un alto grado de verosimilitud a muchas de estas "noticias". Así pueblan en la Web blogs en los que expertos en "círculos de la cosecha" (crop circles) o parapsicología -aunque también cada vez más periodistas y escritores- difunden sus verdades para quien quiera leer.
La propagación de rumores o falsas noticias no es algo nuevo. Sin embargo, el contexto cultural actual ofrece una miríada de factores que hacen que no sólo sea posible, sino que además exacerban el fenómeno. El chisme o las revistas sensacionalistas de antaño no les llegan ni a los talones a la explosión de sitios estilo Upworthy, que generan contenidos erróneos, o al surgimiento de medios alternativos de noticias (sitios autofinanciados, blogs, podcasts y hasta canales de YouTube).
Las chances de que hayas llegado a este artículo que estás leyendo ahora en el bondi cliqueando en alguno de los posts de tus feeds sociales es alta. Muy alta. Según los especialistas, tipear el URL de una homepage para entrar a un portal de noticias u otros sitios ya es una práctica obsoleta. En Estados Unidos, cuna de muchas de estas teorías conspirativas, el 60% de los norteamericanos obtiene sus noticias de sitios sociales, siendo la red de Zuckerberg la mayor fuente de tráfico, y quizá por eso tan observada y criticada.
Si a todo esto le sumamos algunas otras tendencias contemporáneas, como la crisis del periodismo y los medios tradicionales, y el desdibujamiento de contornos hasta hace unos años más claramente delimitados (expertos vs. público general), la mesa queda servida para la producción y el consumo de noticias chatarra.
Instagram, un vergel
Mientras que Facebook y Twitter ya se habían volcado al negocio de las noticias, y Snapchat, una red más popular en Estados Unidos y con target millennial, se había asociado con ciertas publicaciones para llevarle historias auspiciadas al público joven a través de su sección Discover, Instagram todavía era un territorio vacante.
En comparación con las demás redes, la naturaleza insular de Instagram parecía jugarle en contra a la hora de llegar a algún acuerdo que la posicionara como outlet de noticias. Si se analiza, tiene sentido, ya que, para empezar, a diferencia de otras apps donde es posible cliquear en los contenidos e ir y volver de sitios externos, en Instagram no se permiten hyperlinks salvo en la bio (o a otros usuarios y cuentas). Se estaría testeando una versión beta que permitiría poner links en las historias, pero todavía no es accesible al público.
Sin embargo, paradójicamente, son esa fragmentación, esa falta de contexto y una baja capacidad para cotejar datos lo que ha hecho florecer en la plataforma una incipiente tendencia: cuentas conspirativas. La vacancia de información en una red donde se privilegia la imagen, y en la que la rigurosidad de los contenidos no es la prerrogativa, ha producido una explosión de estas cuentas dedicadas a denuncias de políticos y corporaciones, secretos militares y aeroespaciales, affaires ambientales y más.
Descartada la posibilidad de generar tráfico externo y recluidos en la propia red, los usuarios que no sólo no pueden linkear material, sino tampoco citar, ya que no es posible copiar texto, se las ingenian de otras maneras. Imágenes de alto impacto con consignas, memes, videos cortos y hasta gifs animados se han reproducido rápidamente. Como explican en un artículo reciente en la revista Vice, todo en esta red parece conspirar para que esta clase de materiales florezcan. "Instagram está pensado para información de rápida digestión, sin chequeo de datos. La desinformación que sería desenmascarada en otras redes prospera aquí, sobre todo porque no ha habido ninguna organización de medios mainstream que haya dedicado tiempo o dinero a la plataforma." Otro detalle que colabora con esta modalidad es el feature explorar, en donde la app te propone cuentas y usuarios para seguir que cree que podrían interesarte. Con el tiempo, la herramienta va aprendiendo sobre la base de tus clics, sugiriendo contenidos futuros según tu historial y generando un círculo vicioso: más ves algo, más te muestra sobre eso.