La Tregua en Gaza: Un Respiro Humanitario ante un Futuro Incierto

El reciente acuerdo para detener la guerra entre Israel y Hamas marca un punto de inflexión crucial en uno de los capítulos más oscuros del conflicto. Más allá de las complejidades políticas y estratégicas, este pacto representa, ante todo, un triunfo humanitario.

Visto en La Nación

La imagen de los rehenes regresando con vida a Israel no es solo el cumplimiento de un objetivo primordial para el Estado, sino un bálsamo para una sociedad traumatizada por la brutalidad del ataque inicial. Cada familia reunificada es un testimonio del valor incalculable de la vida y una pausa necesaria en un ciclo de violencia que parecía interminable. Este acto, el retorno de los secuestrados, es el pilar central del acuerdo y la justificación más poderosa para el cese de las hostilidades.

Sin embargo, la alegría por la liberación de los rehenes y el silencio de las armas se ve empañada por un profundo escepticismo sobre el futuro. Es fundamental entender que este acuerdo es una tregua, no un tratado de paz. Las condiciones que originaron el conflicto permanecen intactas. Para Hamas, un cese al fuego es una oportunidad para reagruparse y reafirmar su control sobre Gaza, sin abandonar su objetivo ideológico de destruir a Israel. Para Israel, la herida del ataque ha redefinido su doctrina de seguridad, generando un imperativo de vigilancia y una tolerancia cero ante futuras amenazas que difícilmente desaparecerá.

El pronóstico, por tanto, debe ser cauteloso y sombrío. Históricamente, las treguas en la región han sido frágiles y de corta duración. Es probable que la "paz" actual dure lo que tarden las partes en considerar que sus intereses estratégicos se ven mejor servidos reanudando el conflicto.

Esto podría ser cuestión de meses, quizás uno o dos años en el escenario más optimista. La paz se romperá en cuanto Hamas se sienta lo suficientemente fuerte para lanzar un nuevo ataque o cuando Israel perciba una amenaza intolerable que justifique una acción preventiva. La ausencia de un horizonte político claro, de una negociación sobre el estatus de Palestina o de un liderazgo moderado en ambos lados, condena a la región a un estado de "calma" tensa, pero no a una paz verdadera.

En definitiva, aunque debemos celebrar cada vida salvada y cada día sin violencia que esta tregua ofrece, sería ingenuo considerarla el fin del conflicto. Es más realista verla como un interludio, un respiro necesario pero temporal. La paz duradera solo será posible cuando se aborden las causas fundamentales del odio y la desconfianza, una tarea monumental que, lamentablemente, parece más lejana que nunca.-

Jorge S. King ©2025
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